La mentira de Ramiro


Amigo lector ¿Crees que exista la buena o la mala suerte? Al respecto tengo mi propia teoría, pero no viene al caso hablar de ello ahora, te pasaré a contar lo que le ocurrió a Ramiro, sin antes decirte que ocurrieron una suerte de eventos que desencadenaron en lo que finalmente te contaré. Por ahora te diré que Ramiro es un indigente. Vivió en situación de calle a partir de los doce años, tras fallecer sus padres en un incendio. Su modesta casa de material ligero fue arrasada junta a muchas otras, en una de las tantas tomas del puerto de Valparaíso. Desde entonces la calle fue su refugio, a pesar de todos los peligros que trae el vivir en situación de calle, afortunadamente nunca cayó en la droga o en el alcohol. Sin duda, por ello se ganó el cariño y respeto de los porteños. El barrio Uruguay era su prácticamente toda su vida, temprano en la mañana se le veía deambular buscando algo que pudiera vender en los contenedores de basura, luego se iba a la feria donde siempre le salía un pololito. No había rincón del corazón porteño que no conociera a Ramiro, Ramirito por esos años, luego Ramiro y ahora a sus cerca de setenta años, el viejo Ramiro, siempre con el cariño y respeto de la gente. Nunca se casó, decía que las mujeres eran una perdición, aunque se le conocía más de un amorío (con mujeres de la vida nocturna) Solía dormir en los jardines de la avenida Brasil, las veces que no se quedaba en algún burdel del barrio con una de sus compañeras nocturnas. A veces cuando el frío porteño, le invitaban a pasar la noche a fin de capear el frío, que te vas a ir a tu carpa viejo, ya no estás para esos trotes, ven la cama es ancha, claro que sólo a dormir, le decían y soltaban unas risotadas. Todo aquel que lo conocía, iba a dejarle alimento, ropa y otros enseres, en la carpa desteñida que lo protegía. Se dice que, en más de una oportunidad, lo trataron de sacar de ese mundo, no faltó quien lo hospedó por unos días, se preocupara de que anduviera limpio y aseado, pero al cabo de unos días, volvía a su carpa, por sus cosas “me las pueden robar” -decía, aunque las pertenencias de Ramiro nadie las tocaba. Sus compañeros de calle, se las cuidaban cuando no estaba. Es que no había mejor chato que Ramiro, siempre sonriente, dispuesto a ayudar a cualquiera que lo necesitara. Los caseros del Almendral, siempre le buscaban para que les ayudara con los bolsos, porque sabían que no tenía la costumbre de quedarse con lo ajeno. Los feriantes le convidaban desayunos o almuerzos, once o cenas, el tema que a Ramiro nunca le faltaba.

Ahora que ya saben un poco de Ramiro, les contaré lo que sucedió o estaba por suceder que afectaría su vida de la noche a la mañana.

Esa noche de septiembre, la doctora Cancino, no quería irse a casa, a pesar de que su turno había terminado un par de horas antes, el llanto del alma, le apretaba el pecho hasta casi asfixiarla. En sus manos temblorosas sostenía el diagnóstico terminal de su padre, el documento bastante ajeado a esas alturas, luego de tantas veces haberlo mostrado a sus colegas y especialistas, con la esperanza de que alguien le dijera algo distinto, pero no fue así. A su padre le quedaban sólo un par de meses más. No lograba encontrar consuelo, su viejo, hombre de esfuerzo que lo había dado todo para que ella pudiera recibirse de medicina, ahora se debatía entre la vida y la muerte y el no poder hacer nada le martirizaba de sobremanera. No era justa la vida, cuando pensaba que había llegado el momento de devolver la mano a sus padres, el destino le arrebataba a su querido viejo, aquel que siempre se postergó por ella y sus tres hermanos. Sacó una copia del diagnostico y el papel arrugado lo tiró al papelero. Apagó el computador y aún con los ojos llorosos decidió irse a casa, donde vivían sus padres.

A esa misma hora, doña Gloria y don Pedro, celebraban el sueño de sus vidas. Después de más de treinta y cinco años de trabajo en la verdulería que tenían, les permitía realizar el viaje anhelado por años. A menos de un mes tomarían el crucero de la “Laguna San Rafael”, algo que habían planeado siendo jóvenes, cuando aún no llegaban los hijos. Lo merecemos mi amor – decía- don Pedro levantando la copa de espumante para la ocasión, mientras abrazaba a su compañera y le besaba en la frente, apegada a su regazo -le respondía- por fin viejo cumpliremos nuestro sueño, después podremos morirnos en paz… Nooo, nos va a quedar aún, las Torres del Paine, ya verás -exclamó- con tono complaciente (aunque en el fondo sabía que no ocurriría) Bailaban abrazados al son de un bolero, la luna porteña, les guiñaba un ojo y les mandaba un beso de luz que se posaba en la ventana del living, al tiempo que su noble pastor alemán, les observaba y movía la cola, alrededor suyo, como intentando bailar con ellos.

Ese mismo día, en horas de la mañana (para que vean como hechos aislados pueden al final del día pueden relacionarse) don Camilo, el estafeta de una compañía naviera, realizaba sus trámites acostumbrados, con el detalle del retiro de un talonario de cheques de la empresa, como muchas otras veces aconteciera. A sus cincuenta y dos años, se sentía contento de mantenerse vigente y más por el aguinaldo de fiestas patrias que le llegaría. Harían el asadito familiar de costumbre, y este año, podrían tirar toda la carne a la parrilla, como se dice. Iba tan contento que no se percató del par de motorista que, de un empujón, le arrebataron la mochila y le botaron en plena calle Esmeralda. Los antisociales se dieron a la fuga rápidamente. La Naviera quedaba a par de calles, por lo que, sin importarle el dolor de su rodilla, casi corriendo llegó a dar cuenta de lo sucedido. De inmediato se avisó al banco, y el talonario quedó bloqueado. En la empresa, le dieron el día libre y lo enviaron a la casa, que se quedara tranquilo, que estas cosas pasan, no era su culpa. Preocupado porque no lo fueran a despedir, se retiró a su domicilio. Se fue todo el camino intranquilo, mirando a todos lados. Lo recibió su mujer, le preparó un caldito reponedor y lo mandó a acostarse. Esa noche le costó conciliar el sueño.

Ustedes me dirán que tienen que ver estos sucesos que les he contado. Paciencia, paciencia. Sigamos.

Por esas casualidades los antisociales (al darse cuenta de que los cheques estaban bloqueados) tiraron el talonario cerca de la carpa de Ramiro, quien la encontró muy temprano a la mañana siguiente. A eso del mediodía, rastrojeando en un contenedor de basura a las afueras del Hospital Fricke, Ramiro halló el diagnóstico del padre de la doctora Cancino. Se quedó algo consternado porque el paciente tenía su misma edad. Una y otra vez miraba el documento, sin darse cuenta de lo que pasaba a su alrededor. Fue doña Gloria que se percató de su estado absorto, preocupa se acercó a preguntarle si estaba bien. Ramiro no contestó y le extendió su mano para mostrar el documento, consternada sólo atinó a decir, luego de llevar su mano a la boca, no puede ser, es definitivo, él asintió con la cabeza (simulando ser el afectado) quería jugarle una broma. Las cosas se salieron de control, cuando doña Gloria corrió a la verdulería, al rato apareció junto con don Pedro. Ramiro, quiere decir que ¿te quedan sólo dos meses de vida? él hizo el amago de contestar, pero don Pedro no lo dejó, dinos hombre cual sería tu sueño no cumplido. No lo sé señor…las palabras no le salían (entre la vergüenza y no atreverse a decir la verdad, por la broma jugada) nunca pensó que tomaría esos ribetes. Lo abrazaron con tanto cariño, que no se atrevió a confesar en ese instante. En los próximos días, la noticia corrió como espuma, y todos no hacían más que hablar de la enfermedad terminal de Ramiro.

Una de esas noches, doña Gloria conversando con su marido, le comentó. Sabes amor, no he podido dejar de pensar en Ramiro, nosotros estamos a punto de partir a nuestro crucero y a él, le queda menos de un mes de vida. Se me ocurrió que podría ir con nosotros, pero vieja, tú sabes que apenas nos alcanza para nosotros, no tenemos cómo costear su viaje, sí lo sé, por eso he estado hablando con otros locatarios y están dispuestos a colaborar para que Ramiro pueda viajar también ¿En serio vieja? Si, no te quise decir antes, para no preocuparte, mañana haré la colecta, así podremos darle la sorpresa para que viajemos los tres este fin de semana. ¡Qué buena noticia, viejita! la besó, y se desearon buenas noches.

Al día siguiente, todos en el barrio felicitaban a Ramiro por el viaje, él cada vez más avergonzado (su conciencia le decía que debía aclarar los hechos) pero la emoción del viaje lo incitaba a actuar en contrario. Su niño interior, pletórico le animaba y de algún modo trataba de convencerle que se lo merecía, por todo lo que había sufrido en su infancia. El viernes antes de su partida, sus compañeros de calle le tenían preparada una pequeña despedida. Don Alfredo de la botillería del barrio, les regaló unos pack de cervezas, don Luis dueño de la mejor carnicería del sector, les obsequió unos kilos de carne y así otros locatarios aportaron con el resto. Ahí estaban sus amigos de toda la vida, celebrando el gran viaje de Ramiro. A pesar de sus pasados terribles, los ojos de sus amigos irradiaban una alegría infantil, de esa no contaminada aún por la envidia. Luego de un par de cervezas en el cuerpo, y eufórico, se le ocurrió una idea. Se metió en su carpa, a buscarlo, entre sus pertenencias, sabía que lo tenía guardado, hasta que lo encontró, ahí estaba intacto el talonario de cheques. Mostrándolo y agitándolo en su mano derecha, amigos míos, ahora soy yo quien les hará un regalo, ufano se sentó como pudo sobre una jaba de cerveza. Necesito un lápiz exclamó el grupo. Fue don Luis quien le acercó una lapicera. Uno a uno, fue girando cheques a sus compañeros de calle por cantidades inimaginables, los locatarios presentes, lo vieron como otra de sus bromas, así que le siguieron el juego. Para ti, vieja Luchita, te regalo dos millones y le extendió el cheque, que ella emocionada lo guardó en el sostén como lo hiciera antaño su abuela. La felicidad de esos seres era tan grande que la calle pareció iluminarse. Los dueños de locales se fueron retirando poco a poco, quedando ese racimo de viejos callejeros dispersos en los jardines de la avenida Brasil, acompañados por los infaltables quiltros porteños. Quien hubiese transitado a esa hora de la noche escucharía risas desbordadas y emociones de júbilo de una decena de hombres y mujeres quienes por esos momentos se sentían los reyes del puerto.

Medio centenar de personas fueron a despedir a Ramiro, doña Gloria y don Pedro al bus que los llevaría a Santiago, donde luego tomarían el avión a Puerto Montt.

Don Ramiro se sentía el ser más afortunado de la tierra, ya la vergüenza de su mentira había quedado atrás. A bordo del Skorpio, admiraba como un niño la belleza del paisaje, trataba de grabarse en su pequeños ojos negros todas las imágenes, tal como si estuviera viviendo sus últimos días. En el comedor, doña Gloria y don Pedro, se reían de las noticias. Salía el escándalo que había provocado Ramiro, al girar tanto cheque a sus compañeros de vida. El banco sólo se limitó a decir que ese talonario fue robado por unos antisociales días pasados y que la empresa oportunamente había dado orden de no pago, mientras los indigentes mostraban sus cheques a las cámaras y exigían los millones que su amigo Ramiro les había regalado.

 

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Vuelo 739

 



Samuel, no podía dar crédito a lo que estaba sucediendo, herido y seminconsciente después de estrellarse el avión en que viajaba, era transportado en una especie de camilla fabricada con palos, ramas y cueros, que maniobraban dos hombres semidesnudos claramente de una tribu indígena ¿Dónde lo llevaban? ¿Qué querían de él? Los aborígenes se movían como gacelas por la selva, sus pasos, saltos y andar eran gráciles, daba la sensación de que caminaban sobre algodones. Por momento el paso de los hombres hacía que las ramas o hojas de plantas enormes le golpearan. Estaba muy asustado. Cruzaron un riachuelo y se internaron lentamente en un sector más inhóspito. Su andar cambio de ritmo, como si de pronto su cuerpo les pesara toneladas. El calor era asfixiante. Mosquitos por todos lados, inundaban el ambiente. Un pequeño leopardo salió a su encuentro y se acercó a olerlo, le pasó su lengua áspera sobre la sangre de su brazo. Esto le asustó aún más, estaba aterrado. No entendía nada. Hace un par de horas [no tenía claridad del tiempo transcurrido realmente] probablemente eran más que un par de horas, quizás un día o tal vez dos, en su cabeza aún daban vueltas los minutos antes del accidente, la gente gritaba tanto aterrada con el hecho inminente que el avión capotara, que no podía asegurar si perdió el conocimiento por la angustia de la muerte o fue producto del impacto. Las trágicas imágenes rebotaban en su mente como las bolas de un Flipper antiguo, ese que solía jugar con sus amigos cuando se fugaba del colegio. Que tiempos aquellos, las cosas eran tan simple -divagó. Se escondían en el gimnasio, esperaban la campana, luego que los alumnos se ordenaban para entrar a clases y él junto a Max y Andrew, se escapaban por la tapia del patio trasero. Tras esto corrían antes de ser sorprendidos por el inspector. Dos cuadras al sur se metían en el subterráneo de una galería, y pasaban horas jugando Flipper. Esas máquinas eran fantásticas, el sonido de sus timbres, sus figuras, sus luces que tenían un efecto hipnotizante, las horas parecían volar.

Mientras los aborígenes, continuaban su marcha nuevamente a paso raudo, cerraba los ojos en un acto de temor que le apretaba el pecho hasta asfixiarlos. Decidió huir a sus recuerdos.

 Fue, en una de las máquinas del fondo que una muchacha parecía lograr un récord, nos acercamos a ver, estaba a unos cuantos puntos de lograr dar vuelta el marcador. Se formó un ambiente de camarería y todos comenzamos a alentarla.  Varias gotas mojaban su frente, soplaba a cada rato su chasquilla, como si fuera un tic nervioso. Su mirada, era punzante, como una fiera que acechaba su presa, entonces, la máquina se encendió completa y los timbres sonaban como un gran carnaval. ¡Lo había logrado! y en un acto que aún no entiendo, la abracé. Cuando nos separamos me di cuenta de sus enormes ojos, esos que me dejaron prendado de su rostro para siempre. Fiorella, acudía todos los viernes a ese antro de perdición de jóvenes adolescentes. Con el tiempo nos hicimos amigos y luego empezamos a salir. Ocho años más tarde, dábamos el sí, en la iglesia de nuestra ciudad. Anoche o quizás antenoche ya no estoy claro, hablamos de este viaje. Al principio, estaba molesta. ¿No puede ir otro compañero de trabajo? - exclamó con tono molesto, mientras alzaba los brazos acalorada ¡Justo ahora que saldremos de vacaciones! Entiende amor- fue el presidente de la compañía quien me llamó para pedirme que cerrara ese negocio con los gringos, es un tremendo contrato, que estábamos peleando hace años con la competencia. Imagínate el socio principal, está dispuesto a recibirme el sábado. Cierro el trato y el domingo viajo para reunirnos con los niños en San Andrés, es simple, sólo serán un par de horas, prácticamente. Además, me darán una semana extra para que disfrutemos en un resort de Acapulco. ¡Es la oportunidad de nuestras vidas! entiéndelo, amor. No puedo decir que no. La abracé, pero no me correspondió, estaba molesta. Ella y los niños se hicieron los dormidos cuando vino la Van a buscarme para llevarme al aeropuerto. El vuelo 739 de Airlines estaba con retraso. Aproveché de tomar un café y mandar un saludo a Fiorella y los niños, sólo me pusieron una carita y una manito. Después me lo van a agradecer, pensé. Repasé en el laptop los últimos detalles del viaje y las posibles estrategias que tendría que ocupar. El socio que me recibía era colombiano, tenía fama de ser un hombre de pocas palabras cuando se trataba de negocios, pero luego, le gustaba mucho beber ron y bailar, a esto último apostaba Samuel ya que era su fuerte el baile.

Los hombres le dejaron caer al suelo, haciéndole volver abruptamente a la realidad. Uno de ellos se adentró en una especie de ruca, de donde luego salió una mujer su rostro quemado por el fuerte sol del lugar. Se acercó, habló en el idioma indígena y los hombres le trajeron un maletín. Mientras me limpiaba las heridas, me enteré de que llevaba ocho años en esa tribu, y hasta hoy, yo era el único blanco que había logrado ver. No podía entender que yo fuera el único sobreviviente del avión que cayera hace dos días en la selva, de hecho, de los seis aviones que habían capotado en la zona, nunca hubo sobreviviente alguno. Yo tampoco podía dar crédito a lo que ella me decía ¿Por qué yo iba a ser el único sobreviviente? Por más que se esforzaba, no podía recordar nada del accidente, es como si alguien me hubiese borrado de la memoria el suceso. Será que mi inconsciente lo hizo a modo de protección, quizás luego podré saberlo, no era lo más importante.

Me contó que junto a su esposo apenas se recibieron de médicos, decidieron visitar estos pueblos aborígenes, sin embargo, apenas unos meses de instalados una serpiente picó a su marido y perdió la vida. El jefe tribal la llevó al principio como rehén. Fueron sus conocimientos de medicina la que desde entonces la mantenían con vida. Un año después fue desposada por el jefe de la tribu, y pasó a formar parte de sus concubinas. La verdad es que el hecho de haber sido desplazada por mujeres más jóvenes era algo que agradecía, pues el jefe tribal, era un hombre de mal aliento y olores fuertes, que no soportaba, por suerte quedó embarazada luego de una niña. Su hija, anhelaba escapar de ahí. No quería ser tomada como concubina del gran jefe.

Tuve que pasar varios días acostado, lleno de vendas y hojas de plantas en una de las chozas. Fue ahí donde conocí un día a Luciana, la hija de Miriam (doctora). El corazón se me heló al verla, era ver a Fiorella cuando nos casamos. No podía calcular cuantos días habían pasado desde que me habían rescatado los indígenas. El avión estrellado debía haber captado la atención mundial. me llamaba la atención de no sentir aviones que nos buscaran. No existía medio de comunicación alguno. La mayoría de los celulares que los indígenas traían tenían sus baterías descargadas. Entremedio de una revista, venía el pasaje de una mujer, salía la fecha, pero ahora no sabía que día, ni de que mes estaba. A los aborígenes eso no les importaba. Luego que mis heridas sanaron, convencí a Luciana que fuéramos al avión, tenía la esperanza que la radio del Boeing funcionara o algún otro medio de comunicación. Habló con un par de jóvenes indígenas y cuando todos dormían siesta, decidimos escabullirnos en busca de los restos del avión. Los jóvenes no eran tan expertos para moverse en la selva, y el viaje me pareció una eternidad. Sentí que las lesiones se habían agravado con el esfuerzo. Cuando llegamos al lugar, me di cuenta de que el equipo de comunicación del avión aún funcionaba. Traté de comunicarme, varias veces, pero la radio solo chicharreaba, la desesperación y la angustia, me llevaron a golpear el micrófono en el tablero (creo que terminé de estropearla). Con Luciana seguimos viniendo día tras día, nos poníamos a revisar los cientos de maletas y bolsos que encontramos, no por nada, íbamos más de 200 personas en el vuelo. Fue entonces cuando Luciana, encontró una batería de celular en una mochila. Afortunadamente estaba el equipo también. Hicimos la prueba y encendió. Nos abrazamos de felicidad, de la misma manera que lo hiciera la primera vez con Fiorella. Como Luciana no estaba familiarizada con estos equipos, fui yo quien hizo el intento de comunicarse con alguien. Lo único que se me ocurrió fue comunicarme con la línea área. Después de varios intentos fallidos, me contestó una mujer – la transmisión no se escuchaba del todo bien, a ratos entrecortados, pero logré decir mi nombre y dar noticias de lo sucedido. Perdón don Samuel, ese vuelo que usted menciona, no existe, en realidad me figura como un vuelo que se sacó del itinerario, luego de que sufriera un accidente hace dos años. Señorita, soy el único sobreviviente de ese vuelo, traté de explicarle, sin que la emoción me embargara, pero eso no ocurrió hace dos años, ocurrió hace unos días, no podía precisar el tiempo transcurrido, le pregunté la fecha y era de dos días antes de mi partida, no podía ser. Yo me encontraba ahí, en el lugar del accidente y claramente había pasado más de una semana. Señor le repito, hoy es 22 de enero del año 2023 -me contestó la mujer, algo ya a disgusto, por la conversación que mantenía conmigo. Usted no aparece como pasajero para ningún vuelo en el asiento 28D – me contestó cada vez más fuera de sí. Señorita – lamentablemente no puedo mandarle una foto o video para decirle que yo acabo de viajar con ustedes, hace unos días y que el avión se estrelló en la selva. Nos atrapó una tormenta eléctrica en pleno trayecto, y al parecer un rayo tocó la estructura del avión y el capitán y su copiloto perdieron el control, ¿Me escuchó?, señor entiéndame usted también a mí, que le puedo decir si el vuelo que usted habla no existe, usted figura como cliente de la aerolínea, pero la última vez que voló con nosotros, fue hace dos años. Samuel, miraba atónito a Luciana, quien lograba escuchar la comunicación. Ella trató de intervenir, pero cuando la mujer le pidió sus datos, se dio cuenta que era inútil, literalmente no existía, es decir, ambos de algún modo no existían para la aerolínea. Se cortó la comunicación.

Le contaron la experiencia a Myriam con lujo de detalles, luego de escucharlos, se limitó a decir- parece que estamos en un mundo paralelo -dibujando una sonrisa socarrona en su rostro- y se retiró a sus paseos acompañada del joven leopardo.

Con el pasar de los días, intentaron recorrer la zona, pero cada vez, eran menos los indígenas que querían acompañarlos. Samuel y Luciana no querían darse por vencidos. Decidieron ir solos. Uno de aquellos días, se internaron en la selva, y dieron con una aeronave de Avianca. Estaban a pasos de la cabina, cuando el rugir de una leona a su espalda hizo que quedaran sin aliento. Samuel, tomó a Luciana y la puso tras su espalda. El felino tenía espuma en su hocico, su aspecto huesudo, daba la impresión de que hace días no comía, le costaba mantenerse en pie, tambaleaba y se movía lento. Más que atacarlos, daba la sensación de que caería desfalleciente ante ellos. En eso, en un saltó que pareció como de vida o muerte el felino, les atacó, Samuel sintió sobre sus hombros las pesadas patas del animal y cayó de espalda. Sentía que lo remecía, pero al parecer, el pobre animal, ya no tenía ni siquiera fuerza para sacar sus garras, entonces abrió los ojos para mirarle y fue cuando se encontró con su mujer. ¡Fiorella, eres tú!, claro que soy yo, a quien más esperabas, pero ¿qué haces acá? – pregunté aún atolondrado. Te vine a despertar tontito, te quedaste dormido en el sillón del living, después que te levantaste de madrugada. Perdiste el avión, me acaban de llamar de tu trabajo. ¿Perdí el avión? Preguntó Samuel y recién tomó conciencia de que estaba en su casa. Si amor, perdiste el avión, no sé que vas a hacer ahora ¿Qué, que voy a hacer ahora? Si claro, acuérdate lo importante era que viajaras hoy sábado…ya sé lo que voy a hacer- exclamé extasiado. ¿Qué harás amor?  Pues diles a los niños que saldaremos a celebrar. Pero Samuel ¿qué es lo que tenemos que celebrar? – me preguntó desorientada, con ambas manos abiertas. ¡Que perdí el vuelo! ¡perdí el vuelo! Repetía, mientras se levantaba dichoso. Su cuerpo sudaba en demasía, así que dijo que tomaría un baño, mientras Fiorella le miraba – desconcertada - sin entender nada.

 

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5 minutos de eternidad

 


 

Todo comenzó con la pandemia.

¡¡¡Te das cuenta Paul, ellos no entienden nada!!! exclamó acalorada Devora. ¡¡¡¡No sé dan cuenta de la tremenda oportunidad que les está dando el Universo!!!! No es justo, nosotros no tuvimos esa oportunidad. Cálmate Devora, las cosas suceden así, por alguna razón que aún no entendemos. Llevamos tres años en este sitio transitorio, yo pienso que debemos hablar con la gente del consejo. Vamos acompáñame -exclamó- mientras con paso firme se dirigía a la torre azul. Una vez allí, unos de los guardianes los detuvo ¿qué hacen acá? saben que no esta permitido el ingreso a esta área. Retírense. Queremos que nos reciba el consejo, ¡¡¡¡necesitamos ser escuchados!!! profirió airada Devora, mientras Paul, la tomaba de los hombros y la sacaba del lugar, antes de que recibieran una respuesta. Tienes que aprender a calmar tus impulsos, es por eso por lo que aún te mantienes acá, y ¿tú? ¿Has conseguido algo con esa manera tan pacifica de ver las cosas? ¿mírate? sigues acá conmigo. Lo mío es diferente, ¿diferente? ¿Por qué?, quizás porque mi actuar imprudente, fue la causa de mi muerte. No entiendo, lo tuyo fue un accidente. No del todo Devora, ese día era mi primer día de trabajo como limpiavidrios en altura, le dejé toda la responsabilidad a Joe, en vez de preocuparme en que la estructura estuviera bien anclada a la azotea, pero no fue así. Además, en el piso 22, me solté el gancho de seguridad para comer, no pensé que de pronto se produciría una corriente de aire ascendente y me botaría. Lo ves, no podrías saberlo, no tenías experiencia y estabas solo. En mi caso yo tampoco tuve la culpa, el caballo tuvo miedo, antes de llegar a la valla del salto en la medialuna, se tiró a frenar y lo apuré con un par de taconeos, logré que intentara superar la valla, pero el impulso fue insuficiente y sus patas traseras golpearon y se desestabilizó, provocando mi caída con el fatal desenlace.

Tres días después Devora encabezaba una reunión donde les explicaba a todos lo que estaba pasando en la tierra, la gente no es capaz de ver las cosas cómo son, imagínense una familia, que tiene la oportunidad de estar juntos en días de la semana, ¿saben lo que hacen? se encierran en sus piezas a jugar o ver videos en su celular, no conversan, no se hablan, ni siquiera se juntan a comer, piden comida rápida, y se las llevan a sus dormitorios, cómo si la idea fuera no verse, no tocarse, no hablarse ¿pueden entenderlo? ¡¡¡Qué daría yo, por tener 5 minutos para estar con mis padres!!! Abrazarlos, besarlos, quiero decirles que los amo, que nunca a pesar de que ya no estoy físicamente en su mundo, he dejado de amarlos. Jugaría con mis hermanos, en fin, tantas cosas, que ya no puedo hacer. A mí, me gustaría volver a caminar por la playa y sentir la brisa marina, junto a mi perra Lucy y así todos empezaron a rememorar cosas que quisieran hacer. Entonces, se escuchó la voz de una mujer negra, que exclamó – eso suena muy bonito, pero ¿Qué sacan con todo esto? Si ya estamos muertos. De eso precisamente quiero hablar con ustedes, expresó Devora con voz firme. Quiero que le planteemos al consejo que nos permitan volver nuevamente a la tierra para hacer despertar a los humanos, que no sigan perdiendo sus vidas en cosas banales, que aprendan a entender el verdadero sentido de la vida, eso a cambio de que cada ser que logremos convencer nos regale 5 minutos de sus vidas, y así poder estar con los nuestros. ¿Se imaginan lo que sería revivir por 5 minutos?  La algarabía inundó el espacio, y su intensidad llegó a la torre Azul.

Cuando los maestros preguntaron que estaba pasando, fueron informados que dos jóvenes estaban alterando a las masas para solicitar una reunión con ellos. Al principio la negación a tal solicitud brotó de inmediato de la boca de estos, pero fue Crisóstomo, el maestro más veterano, quien pidió mesura y los invitó a reflexionar, creo que debemos escucharlos. Fue así, cómo Devora y Paul, fueron recibidos en la torre azul. Devora fue quien tomó la palabra de inmediato y comentó la idea de los 5 minutos. Nuevamente asomó la negación en sus posturas, y nuevamente Crisóstomo, exclamó- muchachos, pero se imaginan lo que podría pasarles a sus seres queridos, si de pronto ustedes se les reaparecen de golpe. Entonces, tomó la palabra Paul, siempre con su serenidad acostumbrada, repuso – en ese aspecto estimado maestro, pensamos que debemos contar con su ayuda, la idea es que, para ellos, sea como un sueño vivido que les quedará en sus recuerdos, creemos que les hará tanto bien a ellos como a nosotros. Al menos me imagino la alegría que podría sentir mi madre el pensar que me vio, que me pudo tocar, que la pude besar y decirle cuanto la amo, siento que esos 5 minutos serán una eternidad. Y ¿después de eso? – preguntó otro maestro. No pretenderán la reencarnación inmediata, saben que ustedes deben respetar los protocolos. Sí, estamos claros señor, pero al menos, nuestra espera será más llevadera después de vivir nuestra experiencia. El consejo quedó en pensar y dar una respuesta en 7 días.

Los primeros en volver a la tierra fueron Devora y Paul, ambos se presentaron en la casa de una pareja que estaban enfrascados en una pelea sin sentido. Tocaron la puerta y se presentaron como lo que eran, almas en transición, esperando su turno para la vida eterna. La pareja guardo silencio, impresionados, atónitos por lo que acababan de escuchar. Paul después de la presentación de Devora, tomó la palabra y los invitó a reflexionar, con su voz pausada fue recordándoles por qué habían decidido estar juntos, les incitó a abrazar a sus pequeños hijos que minutos antes lloraban por sus gritos y finalmente fue limpiando sus almas contaminadas. La pareja terminó sollozando abrazados en familia y agradeciendo de corazón las palabras de Paul. Devora, entonces le solicitó a cambio 5 minutos de vida, a lo cual accedieron de inmediato. Tomó los brazos de la mujer con ambas manos y cerrando los ojos comenzó el proceso de recarga, una luz verde afloró de la piel de la mujer y se metió en el medio del pecho de Devora, lo mismo hizo Paul con el hombre. Se despidieron con un fuerte abrazo, solicitándoles a la pareja, trasmitieran este mensaje a todo aquel que pudieran ayudar. Luego los caminos de Paul y Devora se separaron.

El primero en regresar fue Paul, todos querían escuchar su experiencia, así que se sentaron a su alrededor. Se le quebró la voz cuando describió el momento que pudo abrazar a sus padres para decirles que estaba bien, y darles la paz que tanto necesitaban. Sandra una joven que había muerto a causa de una bala loca, soltó el llanto y exclamó ¡No voy a poder! ¡No voy a poder! -repetía una y otra vez. Aquel día, llevaba a su pequeña al jardín, no tuvo tiempo de reacción, un motociclista disparó al joven que corría en la dirección que iba ella y su hijita. El proyectil atravesó la espalda del muchacho que se desplomó en el acto, mientras el trayecto de la bala fue a dar justo en su corazón. Lo último que tenía en su memoria, era los gritos de su pequeña y sus ojitos llenos de espanto. Paul, la abrazó y le susurró al oído - tu podrás Sandra- llegado el momento las palabras saldrán solas (refiriéndose a lo que le diría a su hijita).

Desde entonces son cientos las almas que vuelven a la tierra para vivir los 5 minutos más maravillosos de sus cortas existencias.

Por eso amigo lector, antes de que llegue un alma en transición a golpear tu puerta, es hora de que reflexiones sobre la vida que estás llevando, no vaya a ser que después estés penando por 5 minutos de eternidad.

 

 

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El fatídico número tres



Son las tres de la madrugada, te acompaño en esta habitación de la clínica, donde te trasladaron luego del accidente, y en mi cabeza da vueltas la interrogante si el fatídico tres tuvo algo que ver en toda esta pesadilla ¡En qué momento nuestra vida se fue a la mierda! Justo hace tres días atrás, imagínate sólo tres días mi vida (o mejor dicho nuestra vida) tenía un sentido, y de pronto todo se fue a la mierda cual jarro de cristal que cae abruptamente al suelo y se rompe en mil pedazos. ¡Es inexplicable todo! ese viernes se cumplían tres meses de mi postulación a jefe de área, dónde además casualmente éramos tres los candidatos al cargo. Cuando estaba a punto de irme, el gerente de personal se acercó, tomándome por el brazo para arrimarme a la sala de reuniones y casi susurrándome al oído, me dijo- esto es confidencial- te lo cuento por la estima que te tengo -el lunes, serás oficialmente nombrado jefe de Informática- ¡felicitaciones! -repuso- y me abrazó. Disfruta de la noticia este fin de semana, sale a celebrarlo con Myriam ¡se lo merecen! Se alejó raudamente por el pasillo y me dejó pletórico de alegría, pero aún en shock. Por eso no me aguante las ganas de llamarte a medianoche, para que te vinieras cuanto antes a la casa, quería celebrarlo contigo. Cuando te llamé estaba preparado ese pollo al coñac que tanto te gusta, acompañado con papas rusticas y puesto la loza de mi madre, velas y el mantel azul que nos regaló tu abuela para nuestro matrimonio, extrañamente tres años atrás. Ahora que rememoro las cosas te sentí algo molesta cuando contestaste haciéndome notar de modo reiterativo que estabas en el cumpleaños de Paula (tu mejor amiga), y que lo habíamos conversado hace más de una semana, recuerdo que te pedí disculpas argumentando que lo que tenía que contarte era muy especial (sino no te hubiera llamado te manifesté con un tono de disculpa) en un momento hasta me dijiste qué lo dejáramos para mañana cuando estuvieras en casa, pero era tal mi ansiedad que insistí, quedamos que te vendrías lo antes posible. Accedí ansioso porque cambiaras de ánimo cuando te diera la gran noticia. Cómo podía sospechar siquiera que el cumpleaños de Paula no era realmente el motivo. Me arrellané en el sofá del living y puse una película en Netflix, para hacer la hora. Nunca imaginé que estaría tres días después, acomodado en un diván para acompañantes en la habitación 303, esperando que reacciones al coma inducido. Como de costumbre cuando veíamos películas, el sueño se apoderó de mi cuando sonó el celular, me llamó la atención recibir una llamada a esa hora de un número desconocido. El hombre al otro lado se presentó como teniente de policía y con tono seco me puso en antecedente que habías volcado y que serías trasladada en ambulancia a la clínica más cercana al lugar del accidente, dada la gravedad de las lesiones. No alcancé a escuchar lo demás, sólo quise colgar luego y partí a verte. En la sala de espera me encontré con tu madre y tu hermana, las que me abrazaron y soltaron el llanto, ¡Fue horrible, horrible!, nosotros fuimos al lugar donde se volcó, no te imaginas como quedó el Jeep – es lo que menos importa ahora - está asegurado-contesté angustiado por ti. Lo que realmente importa es saber de Myriam ¿se puede ver? No, hay un cuerpo médico que la está evaluando, no nos han dejado verla. Su estado es delicado nos informó una enfermera. En ese momento sólo pensaba en ti, en lo desesperante que era la incertidumbre de tu estado, pasaban las horas y nadie decía nada (Tu madre y tu hermana callaron la información adicional) Fue el médico de turno, quien, en un gesto de empatía, me comentó que no ibas sola al momento del accidente. El personaje en cuestión iba al volante y sufrió menos lesiones, en cambió tu saliste disparada por el parabrisas por no llevar puesto el cinturón de seguridad. Al parecer la culpa del accidente se debió al exceso de alcohol que tenía en la sangre el conductor, que lo llevó a perder el control. Me dio una palmada en el hombro y se despidió.

Comenzaba a amanecer, llegaba personal para el cambio de turno. En ese momento, tu madre y tu hermana iban a casa a buscarte ropas y enseres de aseo que les pidieron. Miré alrededor sintiéndome observado por todos, siendo el motivo de burla de los presentes. Me sentí miserable, las piernas me flaqueaban y el cuerpo me dolía, como si una turba se hubiese ensañado conmigo golpeándome con puños y patadas. Llamé al gerente de personal (por la confianza que le tenía) y luego de contarle los pormenores del accidente de mi esposa, sólo me quedaba hacer uso de mis vacaciones. Hoy en la mañana se apersonaron el gerente general y dos de mis compañeros de trabajos a darme su apoyo a pesar de que en los dos últimos logré descifrar una sonrisa socarrona (seguramente ya el chisme de que no iba sola se había viralizado). Te confieso que me invadió la curiosidad en su momento por conocer a tu amante, y a pesar de que no hice nada por verle, si creo que lo reconocí ayer, cuando acompañado de su esposa e hija abandonaba la clínica. Quizás no sabías que era casado, bueno para el caso da lo mismo, tú también lo eras. Para tu tranquilidad, en la denuncia al seguro, informe que ibas manejando sola. Le pedí al médico que emitiera informes por separado y accedió. No es que quiera engañar a la compañía de seguros para que nos paguen el jeep, es más que nada para cuidar de tu imagen. Sí a pesar de todo, me preocupa tu imagen. Desde este diván, te he observado estos últimos días, pasando por todos los estados posibles, desde el odio acérrimo, hasta tratar de lograr el profundo perdón. Las heridas en tu rostro son profundas (es lo que he podido averiguar) dado que siempre te he visto con vendaje, pero trato de imaginarlas y pienso en el dolor que sufrirás. Siempre fuiste tan vanidosa, se también que en el fondo a tu ego le fascinaba ser del gusto de los hombres (lo notaba en las reuniones familiares y de la empresa) donde te acicalabas de sobremanera para lucir tus curvas. De algún modo lo aceptaba, porque sentía la envidia del resto (que estupidez de pensamiento, me digo ahora). No podría expresarte cómo me siento ahora, me encuentro a la deriva totalmente desorientado y no sé qué rumbo tomar. Tampoco estoy buscando culparte, una y otra vez me pregunto qué te llevó a tomar ese camino y por más que le doy vueltas no logro entenderlo, y lo peor es que además me cuestiono desde cuándo, las dudas se pasean como serpientes venenosas por mi cabeza, te miro y me pregunto ¿quién eres? ¿quién es la mujer que está postrada en esa cama? ¿puedo decir que eres aún mi esposa? Qué sentido tendría seguir con la mentira y si no lo eres ¿qué hago aquí, desvelado esperando que despiertes? Afortunadamente no tenemos hijos. Desde que supe lo de tu infidelidad, es que no le encuentro sentido a la vida, el cargo de jefatura ya perdió valor, lo mejor será renunciar. Creo que cuando salgas de acá será conveniente que vuelvas a la casa de tu madre, al menos por un tiempo, para alcanzar a empacar mis cosas y buscar donde irme. Tal vez lo mejor será irme de este país para comenzar de nuevo en otra parte, como morir y volver a nacer. Parece tragicómico el pensar que si el gerente de personal, no me hubiera contado de mi ascenso, habría llegado a casa a dormir. Y al día siguiente llegarías, contándome de lo “bien que lo pasaste en el cumpleaños” y el domingo habríamos almorzado con tu madre como todos los fines de semana. Luego el lunes me habrían comunicado el ascenso y hoy estaríamos celebrando como una pareja felizmente casados. ¡Que ironía! ¿no? ¿Algún día me hubiese enterado de tu infidelidad? quizás después que naciera nuestro primer hijo, y entonces me estaría preguntando si sería o no el padre. La cabeza me da mil vueltas, saldré a tomar un café.

 

(Conversación en la sala de enfermeras)

Míralo, me da tanta pena ese hombre, a pesar de que se enteró que su esposa lo engañaba, no la ha dejado ni un solo minuto sola, y hasta se ducha en el baño de su cuarto, para no ir a su casa. Lo he visto observarla con ternura, con la ilusión de que despierte y que todo vuelva a ser como antes. Yo que él, me habría mandado cambiar y la dejaría sola a esa perra…Hey, tienes que saber porque lo engañaba antes de hablar mal de ella, tal vez el tipo era un maltratador, y ahora se muestra como la víctima, estos tipos son así…en realidad tienes razón, caras vemos corazones no sabemos y soltaron una carcajada.

Con el café en la mano, sintió las risas volvía a la habitación, y pensó – al menos ellas tienen algo porque reírse, ojalá que no sea de mí y entró en la habitación.

Cuando la enfermera de la mañana lo despertó, le comentó que una mujer lo esperaba. Al salir, ella lo abordó. Perdón, nosotros no nos conocemos, pero tenemos algo en común ¿Algo en común? – pregunté. Sí, algo en común, nuestras parejas eran amantes. No le parece una razón más que suficiente para decir que tenemos algo en común. Pero no se preocupe, no vengo a hacer algún escándalo o algo por el estilo, sólo quería ver a su mujer. ¿A mi esposa? No creo que sea el momento, para recriminarla, está en coma inducido. Pierda cuidado, aunque le parezca raro, vengo a agradecerle… ¿A agradecerle? -pregunté extrañado. Ve esa niña que está allá, mostrándole a una pequeña con una mujer mayor que parecía su abuela, ella es la verdadera razón de mi vida, pero a su vez, ha sido el motivo de mi infelicidad ¿Cómo? ¿No entiendo? -expresé confundido. Por ella mis padres me casaron con Iván, para ellos era un buen partido, a pesar de que yo no lo amaba. Ese hombre, me humillaba cada vez que podía, sacándome en cara mis raíces humildes, haciendo de mi vida un calvario. Por eso, su esposa me ha hecho un gran favor, por fin podré separarme y seré libre junto a mi hija. No cree, que al menos debo conocer a la mujer que me dio la libertad. Quedé sin palabras y sólo atiné a dejarla pasar.

Al tiempo que hablaba con la que fue mi esposa, no pude evitar sentirme un extraño en mi propia vida. Mientras la mía se destruía por completo, llegaba una mujer a agradecerle a Myriam que fuera amante de su esposo, logrando liberarla y darle la posibilidad de elegir una nueva vida ¿Quién podría explicar esa situación?

¿Está bien señor? -preguntó la enfermera. Sí, si claro…contesté en forma automática. Mi nombre es Sandra, estaré de turno hoy, por si necesita algo.

(Conversación en la sala de enfermeras)

Ese hombre tiene unos ojos llenos de pena, yo encantada me ofrezco para borrarle esa expresión, dijo Sandra a sus compañeras, con un tono picarón. Cuidado, amiga, yo que tú no me confiaría repuso otra en un tono más grave. Los hombres calladitos son los peores, y volvieron las carcajadas.

 

Llevo doce días y Myriam no despierta. Siento que cada día, las enfermeras me miran con más lástima, que ya se me está haciendo insoportable.

Salí a la calle, el sol alumbraba de un modo irritante, me sentía abrumado, se acaba mi periodo de vacaciones y aún no tenía definido mi destino, caminé entre la gente necesita perderme en el gentío. Miraba a los transeúntes y me daba cuenta de que no me veían, cada uno abstraído en su mundo, sin importarle nadie más y sentí que antes Myriam y yo éramos como ellos.

De pronto, una sonrisa de mujer llamó mi atención y en un acto reflejo dibujé una sonrisa al tiempo que nuestras miradas se encontraban. Me miré en el ventanal de un local y me dije con un dejo de nostalgia “puedes volver a sonreír”, al tiempo que mi reflejo se perdía por el acelerado andar del gentío.

                                                      

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Joaquin y la vieja maldita

  Joaquín no dejaba de lamentarse, una y otra vez, aunque sus amigos trataran de cambiar el tema, volvía con la cantaleta, cómo si la vida s...