Joaquin y la vieja maldita


 Joaquín no dejaba de lamentarse, una y otra vez, aunque sus amigos trataran de cambiar el tema, volvía con la cantaleta, cómo si la vida se tratase solamente de lo que a él le ocurría. Es que ustedes no entienden, a mi me ha costado mucho llegar hasta acá -seguía diciendo - a todos nos ha costado Joaquín – le contestó uno de ellos- no creas que eres el único, no es que yo… y volvía de nuevo a victimizarse ante el hastío de sus compañeros de universidad. Una mujer mayor que estaba en el mismo carro del tren subterráneo, se les acercó y con tono delicado le dijo- perdón hijo que me meta en su conversación, sólo quisiera decirte algo, escucha a tus compañeros y sobre todo, créeme, tú nos sufrido nada, no tienes idea de lo que es realmente el sufrimiento -replicó con un acento severo- y lo digo por experiencia. Marcia, la mayor de ellos, sintió una sensación de gratitud de parte de la mujer, por fin, alguien sensato, le decía las cosas a Joaquín por su nombre. Sin embargo, lejos de tomar el consejo, se enfureció y empezó a vociferarle insultos, quien hizo el ademán de no escucharle. En un arrebato de irá, se levantó de su asiento y le tomó del brazo, oiga señora, a usted le hablo, no se haga la sorda – exclamaba airado. En ese preciso momento, las luces del tren subterráneo se apagaron y todo el túnel quedó completamente a oscuras.

 

En un abrir y cerrar de ojos, apareció en un vagón de ferrocarril lleno de personas mayores, entonces la mujer a quien estaba increpando hacía unos momentos, comenzó a vociferar ¡él es un judío! ¡es un judío! señalándole. Rápidamente, aparecieron soldados alemanes entre los presentes. ¡Papeles! – le exigió - uno de ellos. Se llevó las manos a sus ropas y en ese momento, se dio cuenta que tenía otra vestimenta. Un abrigo sucio y gastado, una camisa y un pantalón negro que se le caía, eran su atuendo, se trajinó los bolsillos y no traía documento alguno. Con ojos aterrados, miró a la que lo había denunciado, quien, sólo dibujó una expresión de satisfacción cuando los soldados se lo llevaban. Lo apartaron a otro vagón donde había cientos de jóvenes como él ¿Dónde estamos? - preguntó a uno de ellos, quien no contestó verbalmente, más con un leve movimiento de cabeza le comunicó que no sabía. Afuera el paisaje montañoso, y la nieve denotaba que era pleno invierno. Sus pilchas apenas le servían para capear el frío. La noche no demoró en caer, las piernas le empezaron a flaquear, lo hacinados que iban en el vagón, no le permitía ni siquiera agacharse. Con el aliento de su boca, trataba de darse calor en sus manos, que por aquellos instantes comenzaban a amoratarse por el frío reinante. A medianoche, el tren pareció bajar su velocidad y el vaivén se hizo más parsimonioso, junto con el crujir de los vagones de madera. Sus conocimientos de historia, rápidamente le dieron a entender que por alguna extraña razón que no lograba descifrar, sufría una especie de regresión al periodo de la segunda guerra mundial. No puedo estar soñando, son, o mejor dicho eran cerca de las 8 de la mañana y se dirigía en el tren subterráneo a la universidad. Tampoco se había drogado, por lo tanto, tampoco podía ser una alucinación. Ya sé, la vieja maldita, era un bruja y me tiene hipnotizado -pensó- .En todo caso, debo reconocer que es buena, todo esto me parece tan real, siento el frío, el cansancio, la angustia y el miedo que pudieron haber sufrido los jóvenes judíos, cuando eran llevados a campos de concentración. En un extremo del vagón, uno de ellos comenzó a implorar que no daba más, que desfallecía, que necesitaba ayuda, un par de soldados se acercaron a verlo, luego de exigirle que debía aguantar y ante la poca resistencia del muchacho, decidieron lanzarlo del tren, cuando este estaba en movimiento. El grito desgarrador del muchacho, al saber que moriría repercutió a todos, quienes presas del terror, tiritaban más de miedo que por el frío existente. Joaquín, podía ver los ojos de muchachos aún menores que él, cuyas pupilas dilatadas estallaban de pánico. No podía estar ajeno a ese pavor a la muerte a tan temprana edad, el aire asfixiante empapado de angustia fue contagiándolo paulatinamente, a ratos cerraba los ojos, y rogaba que eso terminara, su corazón latía acelerado, pensó en sus compañeros de universidad ¿estarán viviendo lo mismo que yo? se decía- o sólo yo estoy sumergido en esta pesadilla. Todo es causa de esa vieja maldita, la muy intrusa se metió en nuestra conversación, debe ser la que me tiene inmerso en esta especie de alucinación. Ya señora, si quería hacerme sufrir, lo logró, le pido perdón de rodillas si quiere, pero devuélvame a mi realidad, no quiero seguir pasando por esto – se decía para sí. Un muchacho gordo se desmayaba y su enorme contextura se apoyaba en su espalda. Le pegó un codazo, luego otro, al darse vuelta para enfrentarlo, observó con espanto que era su hermano menor, que había crecido varios años. ¡No puede ser! ¡Matías, Matías, aguanta, no debes darte por vencido! Trataba de sujetarle, pero era en vano, cómo has crecido hermanito, nunca pensé que te ibas a convertir en tamaña mole, casi diría que deberías ser un luchador de zumo, quiso bromear, pero Matías estaba desfalleciente ¿Qué está pasando ahí? Preguntó uno de los soldados a la distancia ¿Hay otro marica, que debamos lanzar del tren? -exclamó lanzando una risotada que contagió solo a sus camaradas. No pasa nada, todo está bien –contestó Joaquín, quien hacia esfuerzos sobrehumanos por sostener a su hermano. Matías, pon de tu parte, no voy a poder soportarte mucho rato más, entonces otro joven más alto que Joaquín, tomó un brazo de Matías y lo pasó por detrás de su cuello, aliviándole la carga. Gracias, dijo con absoluta sinceridad. No me des las gracias, si lo tiran del tren no ganamos nada, en cambio si muere en el campo, podremos quedarnos con los zapatos y su abrigo, el mío está demasiado malogrado. No supo que decir, se dio cuenta que no bromeaba.

El infame estaba pensando sacar provecho de su hermano, y pensar que apenas un segundo atrás creyó que su gesto era solidario. Matías, reacciona por favor ¿cómo pudo crecer tanto de un momento a otro? por favor diosito, ya no más, sácame de esta pesadilla, no lo soporto. Entonces, sintió a su espalda, la voz de la mujer, que le susurraba al oído - ¡ahh conque ahora, dices no soportarlo! y sin embargo hace un momento decías ser tan desgraciado con la vida que te había tocado. Sólo por haber nacido pobre, creías que habías visto todo. Te das cuenta de que solo eres un niño malcriado, esto es sólo el comienzo y volvió a desaparecer. ¿Cómo sabía ella, lo que estaba pensando? esa vieja maldita si es una bruja, bueno entiendo que tiene razón, pero aún así sigue siendo una maldita ¿Quién le da el derecho, de hacerme pasar por esto? y más encima involucrar a mi hermanito, no tiene derecho, por mucha razón que tenga, sigo pensando que es una vieja maldita.

Joaquín, no quiero que me lancen del vagón, no doy más, salta conmigo por favor hermanito, al menos quisiera que estuvieras a mi lado al momento de mi muerte. Calla Matías, no vamos a morir ni tú ni yo, es sólo un mal sueño, no pasa nada. Entiende, desfallezco no doy más, no puedo conseguir sostenerme, se me acalambraron las piernas, estoy orinado y estoy a punto de que se me suelten los esfínteres. Por dignidad hermanito, lánzate conmigo, anda dobla las piernas así me lanzarán contigo. Hazlo por mí, le suplicó y apoyó su cabeza en su pecho. Lo abrazó conteniendo su pesada figura y se rindió. Las piernas flaquearon y la gruesa figura de su hermano le cayó encima. No quería soltarlo. Los soldados le aplicaron un par de puntapiés para que zafara de su hermano, a quien lanzaron primero e inmediatamente fue el turno de él. Rodó por la nieve. Cómo pudo se paró y fue en busca de Matías. Gritaba en la oscuridad, desesperado, aterrado por no lograr llegar al lado de su hermanito antes de que falleciera. Cada vez los gritos eran más desgarradores, sentía en el pecho tanto dolor, tanta angustia, por no cumplir el último deseo de Matías, lo trataba de ver, suplicando por su presencia, mientras agonizaba, que no tomaba conciencia que era él quien estaba desfalleciendo. Se desplomó sin fuerzas en la nieve, y con la boca abierta sangrando por el golpe al caer, balbuceaba una y otra vez el nombre de Matías y le pedía perdón. Sus ojos se cerraron y pensó que la muerte lo hacia presa. Entonces tras un instante vio un camino y una luz al final. Se paró creyendo haber muerto y se encaminó en su dirección. A medida que avanzaba se iba haciendo cada vez más intensa. Estaba en paz, miró a su lado y entonces vio a su hermano sonreírle, creyó en ese instante que ambos estaban muertos y sólo atinó a hacerle un ademán como pidiendo perdón, y continuaron  hacia la luz. Hacia el final del camino, no podía soportar la potencia del destello, y se llevó la mano tapando sus ojos mientras seguía. Entonces sintió nuevamente la voz de la mujer, que esta vez le pedía- joven -puede soltar mi brazo. Volvió al tren subterráneo, la pesadilla había terminado. Asombrado, la vio bajarse en la siguiente estación. Sus amigos, le dieron golpes en su espalda y le decían, te pasaste Joaquín, como se te ocurrió tratar así a la pobre mujer, sin contestar nada se bajó como ajeno a todo, a pesar de las bromas de sus compañeros, que se burlaban, repitiéndole “te dejó mal lo que te dijo la vieja”.

Pasaron varias semanas desde ese episodio. Joaquín, no volvió a ser el mismo. Ya no se quejaba, pero su silencio incomodaba a sus compañeros, que no sabían cómo tratarle. La extraña experiencia, se repetía a diario en su memoria, y paulatinamente la figura de la maldita mujer cómo le llamara inicialmente, se fue transformando a una grandiosa mujer.

Una mañana, en los jardines del patio universitario, se le apareció. Joaquín, la quedó mirando a la distancia y se encaminó a su encuentro. Caminaba como un niño avergonzado con pasos titubeantes y se detuvo a un metro de distancia. Entonces ella, con una voz serena le preguntó – ¿aún me llamarás maldita mujer? Y dibujo una leve sonrisa. Entonces él sin decir palabras, la abrazó, perdón, perdón, perdón, perdón -exclamó- y soltó un llanto, que brotó de lo más profundo de su alma. Con un solo perdón es más que suficiente, le contestó y le beso la frente como una madre.

 

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La mentira de Ramiro


Amigo lector ¿Crees que exista la buena o la mala suerte? Al respecto tengo mi propia teoría, pero no viene al caso hablar de ello ahora, te pasaré a contar lo que le ocurrió a Ramiro, sin antes decirte que ocurrieron una suerte de eventos que desencadenaron en lo que finalmente te contaré. Por ahora te diré que Ramiro es un indigente. Vivió en situación de calle a partir de los doce años, tras fallecer sus padres en un incendio. Su modesta casa de material ligero fue arrasada junta a muchas otras, en una de las tantas tomas del puerto de Valparaíso. Desde entonces la calle fue su refugio, a pesar de todos los peligros que trae el vivir en situación de calle, afortunadamente nunca cayó en la droga o en el alcohol. Sin duda, por ello se ganó el cariño y respeto de los porteños. El barrio Uruguay era su prácticamente toda su vida, temprano en la mañana se le veía deambular buscando algo que pudiera vender en los contenedores de basura, luego se iba a la feria donde siempre le salía un pololito. No había rincón del corazón porteño que no conociera a Ramiro, Ramirito por esos años, luego Ramiro y ahora a sus cerca de setenta años, el viejo Ramiro, siempre con el cariño y respeto de la gente. Nunca se casó, decía que las mujeres eran una perdición, aunque se le conocía más de un amorío (con mujeres de la vida nocturna) Solía dormir en los jardines de la avenida Brasil, las veces que no se quedaba en algún burdel del barrio con una de sus compañeras nocturnas. A veces cuando el frío porteño, le invitaban a pasar la noche a fin de capear el frío, que te vas a ir a tu carpa viejo, ya no estás para esos trotes, ven la cama es ancha, claro que sólo a dormir, le decían y soltaban unas risotadas. Todo aquel que lo conocía, iba a dejarle alimento, ropa y otros enseres, en la carpa desteñida que lo protegía. Se dice que, en más de una oportunidad, lo trataron de sacar de ese mundo, no faltó quien lo hospedó por unos días, se preocupara de que anduviera limpio y aseado, pero al cabo de unos días, volvía a su carpa, por sus cosas “me las pueden robar” -decía, aunque las pertenencias de Ramiro nadie las tocaba. Sus compañeros de calle, se las cuidaban cuando no estaba. Es que no había mejor chato que Ramiro, siempre sonriente, dispuesto a ayudar a cualquiera que lo necesitara. Los caseros del Almendral, siempre le buscaban para que les ayudara con los bolsos, porque sabían que no tenía la costumbre de quedarse con lo ajeno. Los feriantes le convidaban desayunos o almuerzos, once o cenas, el tema que a Ramiro nunca le faltaba.

Ahora que ya saben un poco de Ramiro, les contaré lo que sucedió o estaba por suceder que afectaría su vida de la noche a la mañana.

Esa noche de septiembre, la doctora Cancino, no quería irse a casa, a pesar de que su turno había terminado un par de horas antes, el llanto del alma, le apretaba el pecho hasta casi asfixiarla. En sus manos temblorosas sostenía el diagnóstico terminal de su padre, el documento bastante ajeado a esas alturas, luego de tantas veces haberlo mostrado a sus colegas y especialistas, con la esperanza de que alguien le dijera algo distinto, pero no fue así. A su padre le quedaban sólo un par de meses más. No lograba encontrar consuelo, su viejo, hombre de esfuerzo que lo había dado todo para que ella pudiera recibirse de medicina, ahora se debatía entre la vida y la muerte y el no poder hacer nada le martirizaba de sobremanera. No era justa la vida, cuando pensaba que había llegado el momento de devolver la mano a sus padres, el destino le arrebataba a su querido viejo, aquel que siempre se postergó por ella y sus tres hermanos. Sacó una copia del diagnostico y el papel arrugado lo tiró al papelero. Apagó el computador y aún con los ojos llorosos decidió irse a casa, donde vivían sus padres.

A esa misma hora, doña Gloria y don Pedro, celebraban el sueño de sus vidas. Después de más de treinta y cinco años de trabajo en la verdulería que tenían, les permitía realizar el viaje anhelado por años. A menos de un mes tomarían el crucero de la “Laguna San Rafael”, algo que habían planeado siendo jóvenes, cuando aún no llegaban los hijos. Lo merecemos mi amor – decía- don Pedro levantando la copa de espumante para la ocasión, mientras abrazaba a su compañera y le besaba en la frente, apegada a su regazo -le respondía- por fin viejo cumpliremos nuestro sueño, después podremos morirnos en paz… Nooo, nos va a quedar aún, las Torres del Paine, ya verás -exclamó- con tono complaciente (aunque en el fondo sabía que no ocurriría) Bailaban abrazados al son de un bolero, la luna porteña, les guiñaba un ojo y les mandaba un beso de luz que se posaba en la ventana del living, al tiempo que su noble pastor alemán, les observaba y movía la cola, alrededor suyo, como intentando bailar con ellos.

Ese mismo día, en horas de la mañana (para que vean como hechos aislados pueden al final del día pueden relacionarse) don Camilo, el estafeta de una compañía naviera, realizaba sus trámites acostumbrados, con el detalle del retiro de un talonario de cheques de la empresa, como muchas otras veces aconteciera. A sus cincuenta y dos años, se sentía contento de mantenerse vigente y más por el aguinaldo de fiestas patrias que le llegaría. Harían el asadito familiar de costumbre, y este año, podrían tirar toda la carne a la parrilla, como se dice. Iba tan contento que no se percató del par de motorista que, de un empujón, le arrebataron la mochila y le botaron en plena calle Esmeralda. Los antisociales se dieron a la fuga rápidamente. La Naviera quedaba a par de calles, por lo que, sin importarle el dolor de su rodilla, casi corriendo llegó a dar cuenta de lo sucedido. De inmediato se avisó al banco, y el talonario quedó bloqueado. En la empresa, le dieron el día libre y lo enviaron a la casa, que se quedara tranquilo, que estas cosas pasan, no era su culpa. Preocupado porque no lo fueran a despedir, se retiró a su domicilio. Se fue todo el camino intranquilo, mirando a todos lados. Lo recibió su mujer, le preparó un caldito reponedor y lo mandó a acostarse. Esa noche le costó conciliar el sueño.

Ustedes me dirán que tienen que ver estos sucesos que les he contado. Paciencia, paciencia. Sigamos.

Por esas casualidades los antisociales (al darse cuenta de que los cheques estaban bloqueados) tiraron el talonario cerca de la carpa de Ramiro, quien la encontró muy temprano a la mañana siguiente. A eso del mediodía, rastrojeando en un contenedor de basura a las afueras del Hospital Fricke, Ramiro halló el diagnóstico del padre de la doctora Cancino. Se quedó algo consternado porque el paciente tenía su misma edad. Una y otra vez miraba el documento, sin darse cuenta de lo que pasaba a su alrededor. Fue doña Gloria que se percató de su estado absorto, preocupa se acercó a preguntarle si estaba bien. Ramiro no contestó y le extendió su mano para mostrar el documento, consternada sólo atinó a decir, luego de llevar su mano a la boca, no puede ser, es definitivo, él asintió con la cabeza (simulando ser el afectado) quería jugarle una broma. Las cosas se salieron de control, cuando doña Gloria corrió a la verdulería, al rato apareció junto con don Pedro. Ramiro, quiere decir que ¿te quedan sólo dos meses de vida? él hizo el amago de contestar, pero don Pedro no lo dejó, dinos hombre cual sería tu sueño no cumplido. No lo sé señor…las palabras no le salían (entre la vergüenza y no atreverse a decir la verdad, por la broma jugada) nunca pensó que tomaría esos ribetes. Lo abrazaron con tanto cariño, que no se atrevió a confesar en ese instante. En los próximos días, la noticia corrió como espuma, y todos no hacían más que hablar de la enfermedad terminal de Ramiro.

Una de esas noches, doña Gloria conversando con su marido, le comentó. Sabes amor, no he podido dejar de pensar en Ramiro, nosotros estamos a punto de partir a nuestro crucero y a él, le queda menos de un mes de vida. Se me ocurrió que podría ir con nosotros, pero vieja, tú sabes que apenas nos alcanza para nosotros, no tenemos cómo costear su viaje, sí lo sé, por eso he estado hablando con otros locatarios y están dispuestos a colaborar para que Ramiro pueda viajar también ¿En serio vieja? Si, no te quise decir antes, para no preocuparte, mañana haré la colecta, así podremos darle la sorpresa para que viajemos los tres este fin de semana. ¡Qué buena noticia, viejita! la besó, y se desearon buenas noches.

Al día siguiente, todos en el barrio felicitaban a Ramiro por el viaje, él cada vez más avergonzado (su conciencia le decía que debía aclarar los hechos) pero la emoción del viaje lo incitaba a actuar en contrario. Su niño interior, pletórico le animaba y de algún modo trataba de convencerle que se lo merecía, por todo lo que había sufrido en su infancia. El viernes antes de su partida, sus compañeros de calle le tenían preparada una pequeña despedida. Don Alfredo de la botillería del barrio, les regaló unos pack de cervezas, don Luis dueño de la mejor carnicería del sector, les obsequió unos kilos de carne y así otros locatarios aportaron con el resto. Ahí estaban sus amigos de toda la vida, celebrando el gran viaje de Ramiro. A pesar de sus pasados terribles, los ojos de sus amigos irradiaban una alegría infantil, de esa no contaminada aún por la envidia. Luego de un par de cervezas en el cuerpo, y eufórico, se le ocurrió una idea. Se metió en su carpa, a buscarlo, entre sus pertenencias, sabía que lo tenía guardado, hasta que lo encontró, ahí estaba intacto el talonario de cheques. Mostrándolo y agitándolo en su mano derecha, amigos míos, ahora soy yo quien les hará un regalo, ufano se sentó como pudo sobre una jaba de cerveza. Necesito un lápiz exclamó el grupo. Fue don Luis quien le acercó una lapicera. Uno a uno, fue girando cheques a sus compañeros de calle por cantidades inimaginables, los locatarios presentes, lo vieron como otra de sus bromas, así que le siguieron el juego. Para ti, vieja Luchita, te regalo dos millones y le extendió el cheque, que ella emocionada lo guardó en el sostén como lo hiciera antaño su abuela. La felicidad de esos seres era tan grande que la calle pareció iluminarse. Los dueños de locales se fueron retirando poco a poco, quedando ese racimo de viejos callejeros dispersos en los jardines de la avenida Brasil, acompañados por los infaltables quiltros porteños. Quien hubiese transitado a esa hora de la noche escucharía risas desbordadas y emociones de júbilo de una decena de hombres y mujeres quienes por esos momentos se sentían los reyes del puerto.

Medio centenar de personas fueron a despedir a Ramiro, doña Gloria y don Pedro al bus que los llevaría a Santiago, donde luego tomarían el avión a Puerto Montt.

Don Ramiro se sentía el ser más afortunado de la tierra, ya la vergüenza de su mentira había quedado atrás. A bordo del Skorpio, admiraba como un niño la belleza del paisaje, trataba de grabarse en su pequeños ojos negros todas las imágenes, tal como si estuviera viviendo sus últimos días. En el comedor, doña Gloria y don Pedro, se reían de las noticias. Salía el escándalo que había provocado Ramiro, al girar tanto cheque a sus compañeros de vida. El banco sólo se limitó a decir que ese talonario fue robado por unos antisociales días pasados y que la empresa oportunamente había dado orden de no pago, mientras los indigentes mostraban sus cheques a las cámaras y exigían los millones que su amigo Ramiro les había regalado.

 

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Vuelo 739

 



Samuel, no podía dar crédito a lo que estaba sucediendo, herido y seminconsciente después de estrellarse el avión en que viajaba, era transportado en una especie de camilla fabricada con palos, ramas y cueros, que maniobraban dos hombres semidesnudos claramente de una tribu indígena ¿Dónde lo llevaban? ¿Qué querían de él? Los aborígenes se movían como gacelas por la selva, sus pasos, saltos y andar eran gráciles, daba la sensación de que caminaban sobre algodones. Por momento el paso de los hombres hacía que las ramas o hojas de plantas enormes le golpearan. Estaba muy asustado. Cruzaron un riachuelo y se internaron lentamente en un sector más inhóspito. Su andar cambio de ritmo, como si de pronto su cuerpo les pesara toneladas. El calor era asfixiante. Mosquitos por todos lados, inundaban el ambiente. Un pequeño leopardo salió a su encuentro y se acercó a olerlo, le pasó su lengua áspera sobre la sangre de su brazo. Esto le asustó aún más, estaba aterrado. No entendía nada. Hace un par de horas [no tenía claridad del tiempo transcurrido realmente] probablemente eran más que un par de horas, quizás un día o tal vez dos, en su cabeza aún daban vueltas los minutos antes del accidente, la gente gritaba tanto aterrada con el hecho inminente que el avión capotara, que no podía asegurar si perdió el conocimiento por la angustia de la muerte o fue producto del impacto. Las trágicas imágenes rebotaban en su mente como las bolas de un Flipper antiguo, ese que solía jugar con sus amigos cuando se fugaba del colegio. Que tiempos aquellos, las cosas eran tan simple -divagó. Se escondían en el gimnasio, esperaban la campana, luego que los alumnos se ordenaban para entrar a clases y él junto a Max y Andrew, se escapaban por la tapia del patio trasero. Tras esto corrían antes de ser sorprendidos por el inspector. Dos cuadras al sur se metían en el subterráneo de una galería, y pasaban horas jugando Flipper. Esas máquinas eran fantásticas, el sonido de sus timbres, sus figuras, sus luces que tenían un efecto hipnotizante, las horas parecían volar.

Mientras los aborígenes, continuaban su marcha nuevamente a paso raudo, cerraba los ojos en un acto de temor que le apretaba el pecho hasta asfixiarlos. Decidió huir a sus recuerdos.

 Fue, en una de las máquinas del fondo que una muchacha parecía lograr un récord, nos acercamos a ver, estaba a unos cuantos puntos de lograr dar vuelta el marcador. Se formó un ambiente de camarería y todos comenzamos a alentarla.  Varias gotas mojaban su frente, soplaba a cada rato su chasquilla, como si fuera un tic nervioso. Su mirada, era punzante, como una fiera que acechaba su presa, entonces, la máquina se encendió completa y los timbres sonaban como un gran carnaval. ¡Lo había logrado! y en un acto que aún no entiendo, la abracé. Cuando nos separamos me di cuenta de sus enormes ojos, esos que me dejaron prendado de su rostro para siempre. Fiorella, acudía todos los viernes a ese antro de perdición de jóvenes adolescentes. Con el tiempo nos hicimos amigos y luego empezamos a salir. Ocho años más tarde, dábamos el sí, en la iglesia de nuestra ciudad. Anoche o quizás antenoche ya no estoy claro, hablamos de este viaje. Al principio, estaba molesta. ¿No puede ir otro compañero de trabajo? - exclamó con tono molesto, mientras alzaba los brazos acalorada ¡Justo ahora que saldremos de vacaciones! Entiende amor- fue el presidente de la compañía quien me llamó para pedirme que cerrara ese negocio con los gringos, es un tremendo contrato, que estábamos peleando hace años con la competencia. Imagínate el socio principal, está dispuesto a recibirme el sábado. Cierro el trato y el domingo viajo para reunirnos con los niños en San Andrés, es simple, sólo serán un par de horas, prácticamente. Además, me darán una semana extra para que disfrutemos en un resort de Acapulco. ¡Es la oportunidad de nuestras vidas! entiéndelo, amor. No puedo decir que no. La abracé, pero no me correspondió, estaba molesta. Ella y los niños se hicieron los dormidos cuando vino la Van a buscarme para llevarme al aeropuerto. El vuelo 739 de Airlines estaba con retraso. Aproveché de tomar un café y mandar un saludo a Fiorella y los niños, sólo me pusieron una carita y una manito. Después me lo van a agradecer, pensé. Repasé en el laptop los últimos detalles del viaje y las posibles estrategias que tendría que ocupar. El socio que me recibía era colombiano, tenía fama de ser un hombre de pocas palabras cuando se trataba de negocios, pero luego, le gustaba mucho beber ron y bailar, a esto último apostaba Samuel ya que era su fuerte el baile.

Los hombres le dejaron caer al suelo, haciéndole volver abruptamente a la realidad. Uno de ellos se adentró en una especie de ruca, de donde luego salió una mujer su rostro quemado por el fuerte sol del lugar. Se acercó, habló en el idioma indígena y los hombres le trajeron un maletín. Mientras me limpiaba las heridas, me enteré de que llevaba ocho años en esa tribu, y hasta hoy, yo era el único blanco que había logrado ver. No podía entender que yo fuera el único sobreviviente del avión que cayera hace dos días en la selva, de hecho, de los seis aviones que habían capotado en la zona, nunca hubo sobreviviente alguno. Yo tampoco podía dar crédito a lo que ella me decía ¿Por qué yo iba a ser el único sobreviviente? Por más que se esforzaba, no podía recordar nada del accidente, es como si alguien me hubiese borrado de la memoria el suceso. Será que mi inconsciente lo hizo a modo de protección, quizás luego podré saberlo, no era lo más importante.

Me contó que junto a su esposo apenas se recibieron de médicos, decidieron visitar estos pueblos aborígenes, sin embargo, apenas unos meses de instalados una serpiente picó a su marido y perdió la vida. El jefe tribal la llevó al principio como rehén. Fueron sus conocimientos de medicina la que desde entonces la mantenían con vida. Un año después fue desposada por el jefe de la tribu, y pasó a formar parte de sus concubinas. La verdad es que el hecho de haber sido desplazada por mujeres más jóvenes era algo que agradecía, pues el jefe tribal, era un hombre de mal aliento y olores fuertes, que no soportaba, por suerte quedó embarazada luego de una niña. Su hija, anhelaba escapar de ahí. No quería ser tomada como concubina del gran jefe.

Tuve que pasar varios días acostado, lleno de vendas y hojas de plantas en una de las chozas. Fue ahí donde conocí un día a Luciana, la hija de Miriam (doctora). El corazón se me heló al verla, era ver a Fiorella cuando nos casamos. No podía calcular cuantos días habían pasado desde que me habían rescatado los indígenas. El avión estrellado debía haber captado la atención mundial. me llamaba la atención de no sentir aviones que nos buscaran. No existía medio de comunicación alguno. La mayoría de los celulares que los indígenas traían tenían sus baterías descargadas. Entremedio de una revista, venía el pasaje de una mujer, salía la fecha, pero ahora no sabía que día, ni de que mes estaba. A los aborígenes eso no les importaba. Luego que mis heridas sanaron, convencí a Luciana que fuéramos al avión, tenía la esperanza que la radio del Boeing funcionara o algún otro medio de comunicación. Habló con un par de jóvenes indígenas y cuando todos dormían siesta, decidimos escabullirnos en busca de los restos del avión. Los jóvenes no eran tan expertos para moverse en la selva, y el viaje me pareció una eternidad. Sentí que las lesiones se habían agravado con el esfuerzo. Cuando llegamos al lugar, me di cuenta de que el equipo de comunicación del avión aún funcionaba. Traté de comunicarme, varias veces, pero la radio solo chicharreaba, la desesperación y la angustia, me llevaron a golpear el micrófono en el tablero (creo que terminé de estropearla). Con Luciana seguimos viniendo día tras día, nos poníamos a revisar los cientos de maletas y bolsos que encontramos, no por nada, íbamos más de 200 personas en el vuelo. Fue entonces cuando Luciana, encontró una batería de celular en una mochila. Afortunadamente estaba el equipo también. Hicimos la prueba y encendió. Nos abrazamos de felicidad, de la misma manera que lo hiciera la primera vez con Fiorella. Como Luciana no estaba familiarizada con estos equipos, fui yo quien hizo el intento de comunicarse con alguien. Lo único que se me ocurrió fue comunicarme con la línea área. Después de varios intentos fallidos, me contestó una mujer – la transmisión no se escuchaba del todo bien, a ratos entrecortados, pero logré decir mi nombre y dar noticias de lo sucedido. Perdón don Samuel, ese vuelo que usted menciona, no existe, en realidad me figura como un vuelo que se sacó del itinerario, luego de que sufriera un accidente hace dos años. Señorita, soy el único sobreviviente de ese vuelo, traté de explicarle, sin que la emoción me embargara, pero eso no ocurrió hace dos años, ocurrió hace unos días, no podía precisar el tiempo transcurrido, le pregunté la fecha y era de dos días antes de mi partida, no podía ser. Yo me encontraba ahí, en el lugar del accidente y claramente había pasado más de una semana. Señor le repito, hoy es 22 de enero del año 2023 -me contestó la mujer, algo ya a disgusto, por la conversación que mantenía conmigo. Usted no aparece como pasajero para ningún vuelo en el asiento 28D – me contestó cada vez más fuera de sí. Señorita – lamentablemente no puedo mandarle una foto o video para decirle que yo acabo de viajar con ustedes, hace unos días y que el avión se estrelló en la selva. Nos atrapó una tormenta eléctrica en pleno trayecto, y al parecer un rayo tocó la estructura del avión y el capitán y su copiloto perdieron el control, ¿Me escuchó?, señor entiéndame usted también a mí, que le puedo decir si el vuelo que usted habla no existe, usted figura como cliente de la aerolínea, pero la última vez que voló con nosotros, fue hace dos años. Samuel, miraba atónito a Luciana, quien lograba escuchar la comunicación. Ella trató de intervenir, pero cuando la mujer le pidió sus datos, se dio cuenta que era inútil, literalmente no existía, es decir, ambos de algún modo no existían para la aerolínea. Se cortó la comunicación.

Le contaron la experiencia a Myriam con lujo de detalles, luego de escucharlos, se limitó a decir- parece que estamos en un mundo paralelo -dibujando una sonrisa socarrona en su rostro- y se retiró a sus paseos acompañada del joven leopardo.

Con el pasar de los días, intentaron recorrer la zona, pero cada vez, eran menos los indígenas que querían acompañarlos. Samuel y Luciana no querían darse por vencidos. Decidieron ir solos. Uno de aquellos días, se internaron en la selva, y dieron con una aeronave de Avianca. Estaban a pasos de la cabina, cuando el rugir de una leona a su espalda hizo que quedaran sin aliento. Samuel, tomó a Luciana y la puso tras su espalda. El felino tenía espuma en su hocico, su aspecto huesudo, daba la impresión de que hace días no comía, le costaba mantenerse en pie, tambaleaba y se movía lento. Más que atacarlos, daba la sensación de que caería desfalleciente ante ellos. En eso, en un saltó que pareció como de vida o muerte el felino, les atacó, Samuel sintió sobre sus hombros las pesadas patas del animal y cayó de espalda. Sentía que lo remecía, pero al parecer, el pobre animal, ya no tenía ni siquiera fuerza para sacar sus garras, entonces abrió los ojos para mirarle y fue cuando se encontró con su mujer. ¡Fiorella, eres tú!, claro que soy yo, a quien más esperabas, pero ¿qué haces acá? – pregunté aún atolondrado. Te vine a despertar tontito, te quedaste dormido en el sillón del living, después que te levantaste de madrugada. Perdiste el avión, me acaban de llamar de tu trabajo. ¿Perdí el avión? Preguntó Samuel y recién tomó conciencia de que estaba en su casa. Si amor, perdiste el avión, no sé que vas a hacer ahora ¿Qué, que voy a hacer ahora? Si claro, acuérdate lo importante era que viajaras hoy sábado…ya sé lo que voy a hacer- exclamé extasiado. ¿Qué harás amor?  Pues diles a los niños que saldaremos a celebrar. Pero Samuel ¿qué es lo que tenemos que celebrar? – me preguntó desorientada, con ambas manos abiertas. ¡Que perdí el vuelo! ¡perdí el vuelo! Repetía, mientras se levantaba dichoso. Su cuerpo sudaba en demasía, así que dijo que tomaría un baño, mientras Fiorella le miraba – desconcertada - sin entender nada.

 

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5 minutos de eternidad

 


 

Todo comenzó con la pandemia.

¡¡¡Te das cuenta Paul, ellos no entienden nada!!! exclamó acalorada Devora. ¡¡¡¡No sé dan cuenta de la tremenda oportunidad que les está dando el Universo!!!! No es justo, nosotros no tuvimos esa oportunidad. Cálmate Devora, las cosas suceden así, por alguna razón que aún no entendemos. Llevamos tres años en este sitio transitorio, yo pienso que debemos hablar con la gente del consejo. Vamos acompáñame -exclamó- mientras con paso firme se dirigía a la torre azul. Una vez allí, unos de los guardianes los detuvo ¿qué hacen acá? saben que no esta permitido el ingreso a esta área. Retírense. Queremos que nos reciba el consejo, ¡¡¡¡necesitamos ser escuchados!!! profirió airada Devora, mientras Paul, la tomaba de los hombros y la sacaba del lugar, antes de que recibieran una respuesta. Tienes que aprender a calmar tus impulsos, es por eso por lo que aún te mantienes acá, y ¿tú? ¿Has conseguido algo con esa manera tan pacifica de ver las cosas? ¿mírate? sigues acá conmigo. Lo mío es diferente, ¿diferente? ¿Por qué?, quizás porque mi actuar imprudente, fue la causa de mi muerte. No entiendo, lo tuyo fue un accidente. No del todo Devora, ese día era mi primer día de trabajo como limpiavidrios en altura, le dejé toda la responsabilidad a Joe, en vez de preocuparme en que la estructura estuviera bien anclada a la azotea, pero no fue así. Además, en el piso 22, me solté el gancho de seguridad para comer, no pensé que de pronto se produciría una corriente de aire ascendente y me botaría. Lo ves, no podrías saberlo, no tenías experiencia y estabas solo. En mi caso yo tampoco tuve la culpa, el caballo tuvo miedo, antes de llegar a la valla del salto en la medialuna, se tiró a frenar y lo apuré con un par de taconeos, logré que intentara superar la valla, pero el impulso fue insuficiente y sus patas traseras golpearon y se desestabilizó, provocando mi caída con el fatal desenlace.

Tres días después Devora encabezaba una reunión donde les explicaba a todos lo que estaba pasando en la tierra, la gente no es capaz de ver las cosas cómo son, imagínense una familia, que tiene la oportunidad de estar juntos en días de la semana, ¿saben lo que hacen? se encierran en sus piezas a jugar o ver videos en su celular, no conversan, no se hablan, ni siquiera se juntan a comer, piden comida rápida, y se las llevan a sus dormitorios, cómo si la idea fuera no verse, no tocarse, no hablarse ¿pueden entenderlo? ¡¡¡Qué daría yo, por tener 5 minutos para estar con mis padres!!! Abrazarlos, besarlos, quiero decirles que los amo, que nunca a pesar de que ya no estoy físicamente en su mundo, he dejado de amarlos. Jugaría con mis hermanos, en fin, tantas cosas, que ya no puedo hacer. A mí, me gustaría volver a caminar por la playa y sentir la brisa marina, junto a mi perra Lucy y así todos empezaron a rememorar cosas que quisieran hacer. Entonces, se escuchó la voz de una mujer negra, que exclamó – eso suena muy bonito, pero ¿Qué sacan con todo esto? Si ya estamos muertos. De eso precisamente quiero hablar con ustedes, expresó Devora con voz firme. Quiero que le planteemos al consejo que nos permitan volver nuevamente a la tierra para hacer despertar a los humanos, que no sigan perdiendo sus vidas en cosas banales, que aprendan a entender el verdadero sentido de la vida, eso a cambio de que cada ser que logremos convencer nos regale 5 minutos de sus vidas, y así poder estar con los nuestros. ¿Se imaginan lo que sería revivir por 5 minutos?  La algarabía inundó el espacio, y su intensidad llegó a la torre Azul.

Cuando los maestros preguntaron que estaba pasando, fueron informados que dos jóvenes estaban alterando a las masas para solicitar una reunión con ellos. Al principio la negación a tal solicitud brotó de inmediato de la boca de estos, pero fue Crisóstomo, el maestro más veterano, quien pidió mesura y los invitó a reflexionar, creo que debemos escucharlos. Fue así, cómo Devora y Paul, fueron recibidos en la torre azul. Devora fue quien tomó la palabra de inmediato y comentó la idea de los 5 minutos. Nuevamente asomó la negación en sus posturas, y nuevamente Crisóstomo, exclamó- muchachos, pero se imaginan lo que podría pasarles a sus seres queridos, si de pronto ustedes se les reaparecen de golpe. Entonces, tomó la palabra Paul, siempre con su serenidad acostumbrada, repuso – en ese aspecto estimado maestro, pensamos que debemos contar con su ayuda, la idea es que, para ellos, sea como un sueño vivido que les quedará en sus recuerdos, creemos que les hará tanto bien a ellos como a nosotros. Al menos me imagino la alegría que podría sentir mi madre el pensar que me vio, que me pudo tocar, que la pude besar y decirle cuanto la amo, siento que esos 5 minutos serán una eternidad. Y ¿después de eso? – preguntó otro maestro. No pretenderán la reencarnación inmediata, saben que ustedes deben respetar los protocolos. Sí, estamos claros señor, pero al menos, nuestra espera será más llevadera después de vivir nuestra experiencia. El consejo quedó en pensar y dar una respuesta en 7 días.

Los primeros en volver a la tierra fueron Devora y Paul, ambos se presentaron en la casa de una pareja que estaban enfrascados en una pelea sin sentido. Tocaron la puerta y se presentaron como lo que eran, almas en transición, esperando su turno para la vida eterna. La pareja guardo silencio, impresionados, atónitos por lo que acababan de escuchar. Paul después de la presentación de Devora, tomó la palabra y los invitó a reflexionar, con su voz pausada fue recordándoles por qué habían decidido estar juntos, les incitó a abrazar a sus pequeños hijos que minutos antes lloraban por sus gritos y finalmente fue limpiando sus almas contaminadas. La pareja terminó sollozando abrazados en familia y agradeciendo de corazón las palabras de Paul. Devora, entonces le solicitó a cambio 5 minutos de vida, a lo cual accedieron de inmediato. Tomó los brazos de la mujer con ambas manos y cerrando los ojos comenzó el proceso de recarga, una luz verde afloró de la piel de la mujer y se metió en el medio del pecho de Devora, lo mismo hizo Paul con el hombre. Se despidieron con un fuerte abrazo, solicitándoles a la pareja, trasmitieran este mensaje a todo aquel que pudieran ayudar. Luego los caminos de Paul y Devora se separaron.

El primero en regresar fue Paul, todos querían escuchar su experiencia, así que se sentaron a su alrededor. Se le quebró la voz cuando describió el momento que pudo abrazar a sus padres para decirles que estaba bien, y darles la paz que tanto necesitaban. Sandra una joven que había muerto a causa de una bala loca, soltó el llanto y exclamó ¡No voy a poder! ¡No voy a poder! -repetía una y otra vez. Aquel día, llevaba a su pequeña al jardín, no tuvo tiempo de reacción, un motociclista disparó al joven que corría en la dirección que iba ella y su hijita. El proyectil atravesó la espalda del muchacho que se desplomó en el acto, mientras el trayecto de la bala fue a dar justo en su corazón. Lo último que tenía en su memoria, era los gritos de su pequeña y sus ojitos llenos de espanto. Paul, la abrazó y le susurró al oído - tu podrás Sandra- llegado el momento las palabras saldrán solas (refiriéndose a lo que le diría a su hijita).

Desde entonces son cientos las almas que vuelven a la tierra para vivir los 5 minutos más maravillosos de sus cortas existencias.

Por eso amigo lector, antes de que llegue un alma en transición a golpear tu puerta, es hora de que reflexiones sobre la vida que estás llevando, no vaya a ser que después estés penando por 5 minutos de eternidad.

 

 

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El fatídico número tres



Son las tres de la madrugada, te acompaño en esta habitación de la clínica, donde te trasladaron luego del accidente, y en mi cabeza da vueltas la interrogante si el fatídico tres tuvo algo que ver en toda esta pesadilla ¡En qué momento nuestra vida se fue a la mierda! Justo hace tres días atrás, imagínate sólo tres días mi vida (o mejor dicho nuestra vida) tenía un sentido, y de pronto todo se fue a la mierda cual jarro de cristal que cae abruptamente al suelo y se rompe en mil pedazos. ¡Es inexplicable todo! ese viernes se cumplían tres meses de mi postulación a jefe de área, dónde además casualmente éramos tres los candidatos al cargo. Cuando estaba a punto de irme, el gerente de personal se acercó, tomándome por el brazo para arrimarme a la sala de reuniones y casi susurrándome al oído, me dijo- esto es confidencial- te lo cuento por la estima que te tengo -el lunes, serás oficialmente nombrado jefe de Informática- ¡felicitaciones! -repuso- y me abrazó. Disfruta de la noticia este fin de semana, sale a celebrarlo con Myriam ¡se lo merecen! Se alejó raudamente por el pasillo y me dejó pletórico de alegría, pero aún en shock. Por eso no me aguante las ganas de llamarte a medianoche, para que te vinieras cuanto antes a la casa, quería celebrarlo contigo. Cuando te llamé estaba preparado ese pollo al coñac que tanto te gusta, acompañado con papas rusticas y puesto la loza de mi madre, velas y el mantel azul que nos regaló tu abuela para nuestro matrimonio, extrañamente tres años atrás. Ahora que rememoro las cosas te sentí algo molesta cuando contestaste haciéndome notar de modo reiterativo que estabas en el cumpleaños de Paula (tu mejor amiga), y que lo habíamos conversado hace más de una semana, recuerdo que te pedí disculpas argumentando que lo que tenía que contarte era muy especial (sino no te hubiera llamado te manifesté con un tono de disculpa) en un momento hasta me dijiste qué lo dejáramos para mañana cuando estuvieras en casa, pero era tal mi ansiedad que insistí, quedamos que te vendrías lo antes posible. Accedí ansioso porque cambiaras de ánimo cuando te diera la gran noticia. Cómo podía sospechar siquiera que el cumpleaños de Paula no era realmente el motivo. Me arrellané en el sofá del living y puse una película en Netflix, para hacer la hora. Nunca imaginé que estaría tres días después, acomodado en un diván para acompañantes en la habitación 303, esperando que reacciones al coma inducido. Como de costumbre cuando veíamos películas, el sueño se apoderó de mi cuando sonó el celular, me llamó la atención recibir una llamada a esa hora de un número desconocido. El hombre al otro lado se presentó como teniente de policía y con tono seco me puso en antecedente que habías volcado y que serías trasladada en ambulancia a la clínica más cercana al lugar del accidente, dada la gravedad de las lesiones. No alcancé a escuchar lo demás, sólo quise colgar luego y partí a verte. En la sala de espera me encontré con tu madre y tu hermana, las que me abrazaron y soltaron el llanto, ¡Fue horrible, horrible!, nosotros fuimos al lugar donde se volcó, no te imaginas como quedó el Jeep – es lo que menos importa ahora - está asegurado-contesté angustiado por ti. Lo que realmente importa es saber de Myriam ¿se puede ver? No, hay un cuerpo médico que la está evaluando, no nos han dejado verla. Su estado es delicado nos informó una enfermera. En ese momento sólo pensaba en ti, en lo desesperante que era la incertidumbre de tu estado, pasaban las horas y nadie decía nada (Tu madre y tu hermana callaron la información adicional) Fue el médico de turno, quien, en un gesto de empatía, me comentó que no ibas sola al momento del accidente. El personaje en cuestión iba al volante y sufrió menos lesiones, en cambió tu saliste disparada por el parabrisas por no llevar puesto el cinturón de seguridad. Al parecer la culpa del accidente se debió al exceso de alcohol que tenía en la sangre el conductor, que lo llevó a perder el control. Me dio una palmada en el hombro y se despidió.

Comenzaba a amanecer, llegaba personal para el cambio de turno. En ese momento, tu madre y tu hermana iban a casa a buscarte ropas y enseres de aseo que les pidieron. Miré alrededor sintiéndome observado por todos, siendo el motivo de burla de los presentes. Me sentí miserable, las piernas me flaqueaban y el cuerpo me dolía, como si una turba se hubiese ensañado conmigo golpeándome con puños y patadas. Llamé al gerente de personal (por la confianza que le tenía) y luego de contarle los pormenores del accidente de mi esposa, sólo me quedaba hacer uso de mis vacaciones. Hoy en la mañana se apersonaron el gerente general y dos de mis compañeros de trabajos a darme su apoyo a pesar de que en los dos últimos logré descifrar una sonrisa socarrona (seguramente ya el chisme de que no iba sola se había viralizado). Te confieso que me invadió la curiosidad en su momento por conocer a tu amante, y a pesar de que no hice nada por verle, si creo que lo reconocí ayer, cuando acompañado de su esposa e hija abandonaba la clínica. Quizás no sabías que era casado, bueno para el caso da lo mismo, tú también lo eras. Para tu tranquilidad, en la denuncia al seguro, informe que ibas manejando sola. Le pedí al médico que emitiera informes por separado y accedió. No es que quiera engañar a la compañía de seguros para que nos paguen el jeep, es más que nada para cuidar de tu imagen. Sí a pesar de todo, me preocupa tu imagen. Desde este diván, te he observado estos últimos días, pasando por todos los estados posibles, desde el odio acérrimo, hasta tratar de lograr el profundo perdón. Las heridas en tu rostro son profundas (es lo que he podido averiguar) dado que siempre te he visto con vendaje, pero trato de imaginarlas y pienso en el dolor que sufrirás. Siempre fuiste tan vanidosa, se también que en el fondo a tu ego le fascinaba ser del gusto de los hombres (lo notaba en las reuniones familiares y de la empresa) donde te acicalabas de sobremanera para lucir tus curvas. De algún modo lo aceptaba, porque sentía la envidia del resto (que estupidez de pensamiento, me digo ahora). No podría expresarte cómo me siento ahora, me encuentro a la deriva totalmente desorientado y no sé qué rumbo tomar. Tampoco estoy buscando culparte, una y otra vez me pregunto qué te llevó a tomar ese camino y por más que le doy vueltas no logro entenderlo, y lo peor es que además me cuestiono desde cuándo, las dudas se pasean como serpientes venenosas por mi cabeza, te miro y me pregunto ¿quién eres? ¿quién es la mujer que está postrada en esa cama? ¿puedo decir que eres aún mi esposa? Qué sentido tendría seguir con la mentira y si no lo eres ¿qué hago aquí, desvelado esperando que despiertes? Afortunadamente no tenemos hijos. Desde que supe lo de tu infidelidad, es que no le encuentro sentido a la vida, el cargo de jefatura ya perdió valor, lo mejor será renunciar. Creo que cuando salgas de acá será conveniente que vuelvas a la casa de tu madre, al menos por un tiempo, para alcanzar a empacar mis cosas y buscar donde irme. Tal vez lo mejor será irme de este país para comenzar de nuevo en otra parte, como morir y volver a nacer. Parece tragicómico el pensar que si el gerente de personal, no me hubiera contado de mi ascenso, habría llegado a casa a dormir. Y al día siguiente llegarías, contándome de lo “bien que lo pasaste en el cumpleaños” y el domingo habríamos almorzado con tu madre como todos los fines de semana. Luego el lunes me habrían comunicado el ascenso y hoy estaríamos celebrando como una pareja felizmente casados. ¡Que ironía! ¿no? ¿Algún día me hubiese enterado de tu infidelidad? quizás después que naciera nuestro primer hijo, y entonces me estaría preguntando si sería o no el padre. La cabeza me da mil vueltas, saldré a tomar un café.

 

(Conversación en la sala de enfermeras)

Míralo, me da tanta pena ese hombre, a pesar de que se enteró que su esposa lo engañaba, no la ha dejado ni un solo minuto sola, y hasta se ducha en el baño de su cuarto, para no ir a su casa. Lo he visto observarla con ternura, con la ilusión de que despierte y que todo vuelva a ser como antes. Yo que él, me habría mandado cambiar y la dejaría sola a esa perra…Hey, tienes que saber porque lo engañaba antes de hablar mal de ella, tal vez el tipo era un maltratador, y ahora se muestra como la víctima, estos tipos son así…en realidad tienes razón, caras vemos corazones no sabemos y soltaron una carcajada.

Con el café en la mano, sintió las risas volvía a la habitación, y pensó – al menos ellas tienen algo porque reírse, ojalá que no sea de mí y entró en la habitación.

Cuando la enfermera de la mañana lo despertó, le comentó que una mujer lo esperaba. Al salir, ella lo abordó. Perdón, nosotros no nos conocemos, pero tenemos algo en común ¿Algo en común? – pregunté. Sí, algo en común, nuestras parejas eran amantes. No le parece una razón más que suficiente para decir que tenemos algo en común. Pero no se preocupe, no vengo a hacer algún escándalo o algo por el estilo, sólo quería ver a su mujer. ¿A mi esposa? No creo que sea el momento, para recriminarla, está en coma inducido. Pierda cuidado, aunque le parezca raro, vengo a agradecerle… ¿A agradecerle? -pregunté extrañado. Ve esa niña que está allá, mostrándole a una pequeña con una mujer mayor que parecía su abuela, ella es la verdadera razón de mi vida, pero a su vez, ha sido el motivo de mi infelicidad ¿Cómo? ¿No entiendo? -expresé confundido. Por ella mis padres me casaron con Iván, para ellos era un buen partido, a pesar de que yo no lo amaba. Ese hombre, me humillaba cada vez que podía, sacándome en cara mis raíces humildes, haciendo de mi vida un calvario. Por eso, su esposa me ha hecho un gran favor, por fin podré separarme y seré libre junto a mi hija. No cree, que al menos debo conocer a la mujer que me dio la libertad. Quedé sin palabras y sólo atiné a dejarla pasar.

Al tiempo que hablaba con la que fue mi esposa, no pude evitar sentirme un extraño en mi propia vida. Mientras la mía se destruía por completo, llegaba una mujer a agradecerle a Myriam que fuera amante de su esposo, logrando liberarla y darle la posibilidad de elegir una nueva vida ¿Quién podría explicar esa situación?

¿Está bien señor? -preguntó la enfermera. Sí, si claro…contesté en forma automática. Mi nombre es Sandra, estaré de turno hoy, por si necesita algo.

(Conversación en la sala de enfermeras)

Ese hombre tiene unos ojos llenos de pena, yo encantada me ofrezco para borrarle esa expresión, dijo Sandra a sus compañeras, con un tono picarón. Cuidado, amiga, yo que tú no me confiaría repuso otra en un tono más grave. Los hombres calladitos son los peores, y volvieron las carcajadas.

 

Llevo doce días y Myriam no despierta. Siento que cada día, las enfermeras me miran con más lástima, que ya se me está haciendo insoportable.

Salí a la calle, el sol alumbraba de un modo irritante, me sentía abrumado, se acaba mi periodo de vacaciones y aún no tenía definido mi destino, caminé entre la gente necesita perderme en el gentío. Miraba a los transeúntes y me daba cuenta de que no me veían, cada uno abstraído en su mundo, sin importarle nadie más y sentí que antes Myriam y yo éramos como ellos.

De pronto, una sonrisa de mujer llamó mi atención y en un acto reflejo dibujé una sonrisa al tiempo que nuestras miradas se encontraban. Me miré en el ventanal de un local y me dije con un dejo de nostalgia “puedes volver a sonreír”, al tiempo que mi reflejo se perdía por el acelerado andar del gentío.

                                                      

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Habitación 136




Vieja, habla tú con ellos, por favor. Diles que estoy cansado, que quiero partir…ellos solo quieren evitar que me muera, no entienden que estar postrado en una cama no es vida. No es justo, ya les di todo lo
que podía darles, porque no piensan un minuto en mí, y me dejan partir. Si tuviera fuerza te juro que yo mismo me sacaría todas estas mangueras y agujas con las que me tienen conectado. No sabes lo patético que es escucharlos hablar de lo que cuesta tenerme hospitalizado ¡Cómo si fuera su plata, mierda! ¡Para eso me saqué la cresta trabajando!, traen a mis nietos, para que vean a su abuelo, cómo si se tratara de algo novedoso, mientras a los niños ni siquiera les importo, sólo sus celulares, que no dejan de prestarle atención mientras duran las visitas. Jacinta, mi hija menor es la peor, me tiene harto con sus lloriqueos melodramáticos cuando están todos, ¡papito no te vayas, no podría soportarlo! – exclamó el martes pasado, cuando el médico los junto a todos, para comentarles de mi estado, lamentablemente para mí, mis células no quieren darse por vencidas y siguen luchando. Vieja, tenías razón, no valía la pena tanto esfuerzo en lograr cosas materiales, al final, se las quedarán todas. Me creerás que Néstor comentaba que se haría cargo de la casa del campo, ya que él era quien tenía más hijos. Paulina le rebatía, que, si fuera por eso, tenía más derecho ya que estudió veterinaria y podía irse a vivir al campo con sus dos hijas, ahora que se estaba separando de Alfredo. Jacinta, les reclamaba como podían discutir por esas cosas, estando yo presente (cómo si les importara) sólo quieren mis bienes. Imagínate si supieran de la cuenta en Suiza, menos mal que te hice caso, y sólo mi hermana sabe de ella. Por suerte ese dinero servirá para ayudar a los niños que sufren de cáncer (creo que es lo único que hicimos bien, amor). Me pides que me calme, que no me altere, que me va a subir la presión, no sabes lo feliz que me haría, que me diera un patatús en este instante. Así dejaría de escuchar los falsos lamentos de Jacinta. No sabría si decirte, si me duelen más mis dolencias físicas, o las decepciones que sufro cada día con nuestros hijos, sobre todo cuando están a solas, el otro día me enteré de que Jacinta es amante de su jefe, ¡imagínate! ese vejestorio debe tener un par de años menos que yo ¡que tiene en la cabeza esta niñita! Él cómo buen abogado le aconseja sobre esto o aquello, el otro día le escuchaba como intentaba convencerla en que luego de la repartición de la herencia, pondrían un estudio de abogados donde trabajarían juntos ¿te das cuenta? todo lo que gastamos con mandarla a colegios caros, le pagamos la mejor universidad y le costeamos el viaje a New York, donde fue a sacar un MBA, para que venga este vejestorio que no le ha ganado a nadie, embauque a nuestra hija para que la breva logre el estudio que nunca logró. ¡Ay, Dios vieja, ¡qué manera de haber hecho las cosas mal! ¿Sigues ahí? A veces tus silencios me matan. Recuerdo nuestros primeros años de matrimonio, no parabas de hablar, sacabas tema de cualquier cosa, hasta de lo más inverosímil ¿supiste que, en Bali, existe el ministerio de la felicidad? Me comentaste en una oportunidad, a mí un empresario exitoso que lo único que pensaba era en cómo ganar más dinero, y vaya que lo lograba, cada negocio nuevo era un estado de éxtasis, inversiones, mover capital de aquí para allá, abrir nuevos mercados, aplastar a la competencia, sí, cómo gozaba cuando caían en mis redes, como una presa, disfrutaba verlos luchar por zafarse de mis garras, mientras yo me deleitaba esperando el momento de darles el zarpazo para sacarlos de circulación. ¿Te acuerdas de Vittorio? ese italiano que en la universidad andaba detrás de ti. Cuando me enteré que pensaba poner un puesto de comida en el campus, me adelanté y le planteé la idea la rector, quien conocía a mis padres y me dio todas las facilidades (sin duda la idea de Vittorio fue buenísima) me llené los bolsillos y él debió abandonar la universidad por no contar con los recursos económicos, hasta le ofrecí mi ayuda (para que veas que no fui tan malo) pero me la rechazó (supongo que de algún modo sabía que le había robado su proyecto). En fin, así son los negocios decía mi padre, quien me heredó la pequeña fábrica de ventanas y vidrios. Nunca imaginé que esa manufactura se convertiría en el inicio de mi gran imperio. Menos mal que esa tarde de otoño, se cruzó ese quiltro en mi camino, al que tú valientemente intestaste salvar lanzándote en su auxilio. Desde ese día, no me separé de ti, fuiste mi cable a tierra. En contra de mis padres nos casamos y nos fuimos al campo, allí Alfred como bautizaste a ese quiltro vivió los mejores años de su vida, después llegaron la mancha un bulldog que cojeaba y cuanto perro que recogíamos en los caminos a la parcela. Me enseñaste a disfrutar de las cosas simples de la vida, lamentablemente no fue suficiente para apartarme de los senderos del exitismo. No sólo te arrebaté a nuestros hijos de tu lado, mandándolos a la capital, sino que los empapé de mis ideas. Nunca imaginé que lo pagaría tan caro, sí lo admito, sé que me lo advertiste más de una vez, y cómo de costumbre no te escuché.

Pero ya ves, llevo tres meses en coma, sufriendo mi calvario, siento que ha sido suficiente, no doy más, sólo pido partir, pero antes necesito que nuestros hijos, sepan todo lo que estoy sintiendo. ¿Dices que verás que puedes hacer? Te lo agradezco. Llega la noche, trataré de dormir ahora.

Menos mal, esta mañana ha salido el sol. ¿Qué día es hoy? Me pierdo entre tanto medicamento, no sé cuánto tiempo pasó. ¿Dos días? Siento que fueron sólo unos minutos. ¿Pensaste en lo que te pedí? ¿Tienes una solución? ¿Quién es ella? ¿Una amiga? Nunca me hablaste de ella…bueno, bueno, quizás lo hiciste y no te puse atención, pero no pongas esa cara. ¿Dices que vendrá a la tarde? Ahh claro, si hoy es domingo, día de visitas familiar. Gracias, trata de venir también.

Cuando todos estaba reunidos con caras de compungidos, una mujer se presentó. Dijo ser amiga de su madre y les traía un recado de su padre. Nadie entendía nada. Por más que más de alguno, quiso manifestarse, su sola presencia los enmudeció.

Partió diciéndoles a todos que su padre escuchaba todo lo que conversaban, que a casa de eso cada día estaba más decepcionado de ellos. A medida que la mujer hablaba, la habitación se fue oscureciendo y una extraña neblina amarillenta fue paseándose entre los presentes, el cuerpo del padre empezó a convulsionar en la cama, todos miraban aterrados, su boca abierta comenzó a agrandarse, de pronto unas  figuras negras parecidas a pequeñas serpientes  comenzaron a salir y bajar por su cuerpo y antes de llegar a sus pies se desvanecían, al mismo tiempo dejaba escapar espantosos sonidos guturales que brotaban como vómitos. Se irguió hasta quedar sentado, entonces una densa forma salió lentamente de su boca, se paseó por su pecho y bajo por el vientre hasta los muslos, en ese momento se desplomó y la espesa niebla se disipó. Nadie podía reaccionar ante el espectáculo que habían presenciado.

La mujer terminó diciendo que su padre les mandaba un ultimátum “Debían conseguir a como diera lugar que en tres días más, su cuerpo descansara en paz, agregó que el bueno para nada del amante de Jacinta se encargue de eso, o de lo contrario, despertaría para firmar un testamento dónde no les dejaría nada a ninguno”. Cuando terminó se acercó al hombre en cama, y le besó en los labios”, esto es de parte de tu mujer -murmuró. El rostro del padre se iluminó y un haz de luz brillante lo envolvió por unos segundos.

Antes de cerrar la puerta tras de sí, logró escuchar todas las emociones contenidas de los presentes, que estallaron en llantos histéricos de los niños, recriminaciones y gritos entre ellos, los que se escuchaban aún en el pasillo. La mujer abrazó a su amiga que la esperaba en el pasillo, y exclamó mirándole a los ojos, va a estar bien, y siguieron caminando abrazadas, mientras enfermeros y personal médico acudía de urgencia a la habitación 316.

 

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La Caja



Raúl era el menor de cinco hermanos. Su madre lo protegió en demasía ya que nació primerizo y fue siempre más débil que el resto de sus hermanos, todos militares, por cierto. Estaba acostumbrado a ser la burla de ellos “el protegido de mamá” le decían en tono burlesco cuando querían molestarlo y si la cosa pasaba a mayores, se burlaban llamándolo “niñita”. Por esta razón, nadie lo tomó en cuenta cuando dijo a todos que estaba aburrido y que se iría de la casa. Menos cuando veían que no llegaba, ni sabían de él en todo el día. Su madre fuera de sí los recriminaba, haciéndolos responsables de lo que le habían obligado a hacer a “Raulito”, cómo solía llamarlo. Su padre, alto jefe del ejército con las manos detrás, los miraba en son de recriminación, mientras movía el pie derecho marcando el paso. Todos parecían consternados, nunca se imaginaron que podía llevar a cabo su plan. Lo cierto es que, con un bolso de mano y una mochila, le vieron salir, e incluso le hicieron señas de despedida, pensando que ese arrebato no duraría ni siquiera el mediodía. No por nada tenía, apenas diecinueve años, con un carácter quinceañero.

Miraba el celular, mientras esperaba su turno para abordar el avión, cuando el extraño anciano, se acercó a él, y masculló entre dientes si podía dejarle esa caja a su cuidado mientras iba al baño. Accedió sin darle mayor importancia, y siguió viendo su celular. No recordaba cuanto tiempo había pasado, y sintió por parlantes la información de su vuelo. Por una serie que había visto en Netflix, había decidido viajar a Estambul. Al principio pensó en hacerse el desentendido y dejar la caja en el asiento, seguramente nadie la tomaría. Faltando diez personas, miró hacia atrás y vio que la caja se mantenía ahí y el anciano no aparecía. Sintió angustia, corrió hacia la caja, la tomó y fue al baño. Al entrar gritó – “señor, se va nuestro vuelo, le voy a dejar la caja en el lavamanos, trate de apurarse. Pero cuando quiso soltarla, esta parecía pegada a sus manos. Pidió ayuda a los presentes, pero sorprendidos por lo que pedía, nadie se le acercó a ayudarle, a pesar de que suplicaba “Por favor, me pueden ayudar a soltarme de esta caja”. Con ella entre sus manos, buscó en todo el baño, pero el anciano no se encontraba. Quizás no lo vi salir -pensó- y se fue corriendo a abordar el avión. Se sentó por suerte para él, al lado de la ventana. Cuando llegó el momento de abrocharse el cinturón, no sabe si fue la vergüenza o el exceso de sudor de la caja, pero pudo soltarla. Armándose de valor, le preguntó a la azafata si había abordado el avión, un anciano que vestía un abrigo negro y un sombrero gris. Ella sonrió, con esa descripción era poco probable que lo recordara. Le comentó que quería devolverle la caja. La joven la tomó y fue preguntando a los pasajeros si a alguien le pertenecía, pero nadie la reclamó. Volvió al asiento de Raúl y se la devolvió. Lo siento, al parecer el anciano que dices, no tomó este vuelo. Cuando lleguemos a destino, puedes entregarlo a nuestra aerolínea, ellos se encargarán de ubicar a su dueño. Apenas le sirvieron el desayuno, apartó unas servilletas para tomar la caja y evitar de ese modo, se le quedara pegada a sus manos. Era invierno, sin embargo, sus manos le sudaban exageradamente. A su lado una mujer mayor le observaba con ternura, y tan pronto se dio la ocasión, inició la conversación, hasta que vio la posibilidad de consultarle, que llevaba en esa caja. No lo sé -contestó abrumado y la metió bajo el asiento y se hizo el dormido. Más tarde se levantó al baño. Y le pidió a la anciana, le cuidara la caja.

Al salir del baño, se sorprendió del alboroto que había en el avión. En el pasillo había un hombre con un arma amenazando a todo el mundo y tenía de rehén a una azafata. Al percatarse de la presencia de Raúl, le gritó enfurecido ¡dónde te habías metido compañero! (¿Compañero?) ¿Quién era ese tipo que lo llamaba compañero, que además llevaba puesta una máscara del Guasón? ¡Vamos muévete! Le dijo de modo prepotente, y le extendió la caja. ¡Ábrela de una vez! Lo seguía increpando, al ver que Raúl no atinaba a nada. Al levantar la tapa, encontró un arma. Sorprendido y asustado quiso arrojarla lejos pero nuevamente la caja estaba pegada a sus manos. Anda ve a la cabina y dile al piloto que cambie de rumbo a la Isla de Madagascar ¿Madagascar? -argullo Raúl. Sí hombre Madagascar, anda ve, no puedo hacer todo yo. Las aeromozas que estaban en el sector de la cabina le miraban aterradas, mientras Raúl caminaba en esa dirección con el arma empuñada. Mil cosas pasaban por su mente, no podía mirar al resto de los pasajeros, sólo podía sentir como exudaban temor. Abrió la puerta de la cabina y sin esperar que ambos pilotos se dieran vuelta, gritó ¡Tengo un arma, hagan lo que les digo y no les pasará nada! ¡Cambien de rumbo, iremos a Madagascar! ¿A Madagascar? Preguntó el capitán ¡Sí, a Madagascar! Pero no tenemos combustible para llegar allá -quiso alegar el piloto ¡Obedezca! Volvió a gritar Raúl. Así se habla compañero- decía el hombre que había iniciado todo esto a su espalda. Se sintió como el avión realizaba un viraje, inclinándose de sobremanera, provocando múltiples alaridos de los pasajeros, quienes argullaban

todo tipo de sonidos y palabras entrecortadas, producto del espanto que estaban viviendo. Por más que trataba de entender que estaba ocurriendo, no podía concebir por qué ese hombre le llamaba compañero, que era lo que quería conseguir, la muchacha que tenía de rehén le miraba aterrada, su expresión demacrada le consternaba. Y ¿si lo amenazaba y hacía que todo volviera a la normalidad? Sí, eso haría. Quiso moverse por el pasillo en dirección del tipo, pero éste le instó a que no se moviera. Buscaba entre los pasajeros, alguien que pudiese detener a ese lunático. Necesito ir en busca de mi medicina que está en mi mochila, debajo del asiento – mintió. El hombre apuntó a la mujer mayor y le dijo que sacara la mochila. Nerviosa, trató de buscarla, pero no había nada. Cuando comentó que no estaba. Raúl, empezó a apuntar a todos los pasajeros ¿Quién tomó mi mochila? Necesito tomar mis medicinas¡Quiero mi mochila ahora! Todo el mundo estaba afligido, miraban en todas direcciones, una mujer al fondo del avión (que al parecer entendió lo que Raúl quería hacer) levantó una mochila y preguntó es esta. Sii, es esa, pásenmela, ya pásenmela gritaba Raúl eufórico. Cuando el hombre se dio vuelta, le hizo una seña a la azafata rehén y esta se agachó, Raúl con dos pasos ligeros, se abalanzó sobre él, ante el griterío histérico del resto de los pasajeros. El hombre se golpeó con uno de los asientos, lo que aprovechó Raúl para quitarle el arma. Enseguida, levantó ambas armas y se dirigió a los pasajeros, para explicarles que no era un terrorista y que soltaría las armas, para que todo volviera a la normalidad. Estaba tratando de bajar los revólveres cuando un tipo gritó -a él- instando que atraparan a Raúl. Ante este escenario, nuevamente tuvo que apuntarle y pedirle que se alejara. Por alguna extraña razón, la gente no creía en él. No sabía qué hacer. Le pidió a la azafata que había usado de rehén que le avisara al Capitán que volviera a su rumbo inicial, tratando de darle una señal a los pasajeros de buenas intenciones. La muchacha corrió a la cabina. Raúl la siguió y pidió a todo el mundo que permaneciera en sus puestos con los cinturones abrochados, mando a las dos aeromozas que se preocuparan que esto ocurriera. La azafata volvió y con su carita demacrada- en voz baja exclamó- no podremos volver, estamos en mitad del océano y no tenemos combustible para llegar a ningún destino ¡Vamos a morir! Raúl, se tomó la cabeza ¡No puede ser! Gritó, una y otra vez, todo el mundo le empezó a gritar para saber que pasaba, entonces la muchacha soltó el llanto y exclamó fuera de sí ¡Vamos a morir, vamos a morir! Se desató un descontrol total de los pasajeros, varios abandonaron sus asientos y fueron hacia la cabina, el capitán estaba parado en la puerta y les dijo, no sacamos nada, el avión capotará en unos 40 a 45 minutos aproximadamente. En eso, el secuestrador del avión volvió en sí. Y comenzó a argullar palabras, Alguien le sacó la máscara y apareció la figura del anciano (que le había entregado la caja a Raúl) Este es el momento pecador de salvar sus almas, están a punto de conocer el camino de la salvación, liberen sus pecados ahora. Despídanse de sus seres queridos, aprovechen sus últimos minutos. La gente enloquecida sacaba sus celulares, y entre llantos, gritos, trataban de comunicarse. La histeria colectiva, se apoderó de todos los pasajeros. En eso, Raúl, gritó, siéntese todo el mundo, apuntando a todos lados. Capitán, este avión debe contar con paracaídas, tráigalos de inmediato. Una de las aeromozas, los sacó de un compartimento, eran seis en total. Raúl, preguntó si había alguna mujer embarazada, y en la fila del medio alzó la mano una mujer. Con la pistola empuñada, le indicó que se acercara, hay adolescentes volvió a preguntar y se pararon más de una docena. Raúl decidió por cinco y les pidió que avanzaran donde se encontraba. Todo ocurría entre gritos, llantos e histeria. Raúl instaba a los jóvenes a apurarse. Le pidió al capitán ayudara a que los elegidos a que se abrocharan los paracaídas y les diera las instrucciones de uso. Acto seguido preguntó a los pasajeros si alguien deseaba quitarse la vida, y ofreció uno de los revólveres. Un silencio sepulcral, se apoderó de los pasajeros. Fue entonces que, desde los asientos traseros, se levantó un anciano y lentamente con su paso cansino se acercaba a Raúl, mientras su mujer lloraba y le gritaba entre sollozos ¡No lo hagas Samuel, no lo hagas amor, te lo suplico!, pero el anciano no cedía en su propósito, ante la desazón de los pasajeros que le miraban consternados por la decisión. Una mujer quiso impedir que continuara, pero le apartó la mano y continuó. Dado que el anciano caminaba muy lentamente, la dramática escena iba encendiendo la angustia y el miedo danzaba como una bailarina por el estrecho pasillo. Una vez que el anciano detuvo su peregrinaje frente a Raúl, le pasó la pistola, le quitó el seguro y le ayudó a sostenerla adecuadamente. El anciano con mano temblorosa llevó el arma hasta su cabeza, cerró los ojos y apretó el gatillo. Su rostro se salpicó de sangre, pero seguía vivo, mientras del cuello de Raúl borboteaba la sangre. No pudiendo resistir la idea que el anciano se quitara la vida, trató de evitarlo, pero en el momento que tomó el arma, se disparó y la bala le atravesó el cuello, sintiendo una clavada ardiente en esa zona. Se llevó la mano y al comprobar como le salpicaba la sangre, se dio cuenta que esta loca odisea llegaba a su fin, trató de mirar a los pasajeros que entristecidos le miraban, lentamente se le nubló la vista, sintió que las piernas le flaqueaban y perdió el conocimiento. Sentía que iba cayendo en un agujero eterno sin fondo. De pronto le pareció escuchar una vocecilla suave de mujer, mientras lo remecía. Creyó volver del más allá, cuando abrió sus ojos y se encontró con la bella aeromoza, que amablemente, le pedía que se abrochara el cinturón, pues estaban próximos a aterrizar.

 

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Joaquin y la vieja maldita

  Joaquín no dejaba de lamentarse, una y otra vez, aunque sus amigos trataran de cambiar el tema, volvía con la cantaleta, cómo si la vida s...