Lulú




Nadie, absolutamente nadie, y cuando digo nadie, no exagero en lo más mínimo. Hombres, mujeres, jóvenes, niños y adultos mayores (sobretodo un par de ancianos que se encontraban frente a la puerta, y de manera singular el más torpe de los dos, que casi dejo caer su placa al abrir tanto la boca) nadie, como ya les decía, quedó indiferente a su presencia apenas abordó el vagón. No sabría precisarles que llamó su atención, sólo puedo decirles que todo en ella era estrafalario, desde el tinte de su pelo (que resaltaba aún más la palidez de su piel) sin dejar de lado el excesivo maquillaje, o el volumen de sus pechos que parecían desbordarse del escote insinuante, o la insignificante falda de cuero negro que parecía pintada a las curvas de su cuerpo voluminoso. Tampoco, podría descartar las medías de encaje negro que cubrían sus regordetas piernas, o su abrigo de piel de leopardo, en fin, era todo. Pareció disfrutar las miradas lascivas de algunos hombres, a pesar de abrigar en sus ojos cierto dejo de desprecio por el género. Esa actitud, cambió por completo en el instante en que sus ojos se posaron en mí (no estoy presumiendo por ello, sólo quiero ser lo bastante claro con ustedes, para que entiendan como realmente se fueron dando las cosas) Una extraña mueca, se dibujó en sus labios pintados de un púrpura brillante, antes de que se encaminara hacía mi (preciso esto, y no digo en dirección a donde yo me encontraba, pues me hallaba en un sector totalmente aislado del resto) Todo el mundo se mostraba pendiente de cada uno de sus movimientos (caminaba cual modelo sobre la pasarela) las miradas iban y venían, todos expectantes. Pensé en ese momento para mis adentros nunca más vuelvo a ocupar uno de estos asientos solitarios, como si de algún modo todo se hubiese tratado del asiento que ocupé. Las risas y miradas de toda esa gente, me tenían inquieto (soy del tipo de hombre acostumbrado a pasar desapercibido) pero debo confesarles que nada se comparaba con la presencia de esa mujer voluptuosa masticando un chicle de modo obsceno, acercándose cual gatubela (no precisamente la de Batman, hago la aclaración, para evitar, malos entendidos) Me sentía como una pequeña rata atrapada en un rincón sin más suerte que ser cazada. Cuando la mujer estuvo enfrente mío, abrió el abrigo con su mano y la apoyó en su cadera, al tiempo que decía Raquel es mi nombre, de seguro no te suena, porque supongo que nunca te enteraste de como me llamaba. Yo la miraba atento con cara de no entender nada, pero preferí quedarme silente. Tú y tus amigos, siempre se refirieron a mi como “la gorda, la gorda del barrio”. En ese momento, mis mejillas ardían, atemorizado aún más por las miradas de todos, sentí un incrementó en el ardor de mi rostro. Sentía ahogo, las pulsaciones aceleradas, parecía que los cuellos de los pasajeros se estiraban como avestruces y sus rostros con expresiones inquisidoras se me venían encima, como queriendo todos de algún modo interrogarme. Afortunadamente, se produjo una parada del tren subterráneo, eso disipó la atención en algo. Sin mediar, exclamó a viva voz “Sabías que siempre estuve enamorada de ti “– lanzando después una grosera risotada, que se pudo escuchar incluso en otros vagones. Ese era su momento, había logrado ser el centro de atención, hasta vi a más de alguno, sacarse los audífonos para enterarse de la escenita que montaba la mujer. Complacida, y consciente de la situación, comenzó a hablar, dirigiéndose a su público expectante “me creerían que este hombre fue durante toda mi adolescencia el hombre de mi vida” (al referirse a mí, me señaló con su dedo índice, provocando que me sintiera como cuál acusado en el estrado) … pero ¿qué creen ustedes que pasó? – inquirió- con tono dramático. Como toda celebre actriz guardó silencio dirigiendo su mirada a los espectadores, aumentando el suspenso, gozando al ver que como su audiencia se apresuraba a sacar todo tipo de conjeturas. Miradas amenazantes llovían de todos lados, ajusticiándome por lo que supuestamente le hice a la gorda (aún cuando ella no había dicho nada) …Después de ese mutismo mofletudo que me pareció una eternidad, exclamó – ¡me rechazó por ser gorda! – . Todo tipo de comentarios se me vinieron encima, incluso hubo un par de mujeres intentando golpearme, ¡Maldito, maldito! Me gritaban, al tiempo que me lanzaban manotazos. Yo me cubría el rostro con el antebrazo, en tanto, unos adolescentes sacaban su celular para grabar, por otro lado, un hombre miraba como disculpándose por no hacer nada, otros se reían comentando la situación. En esos momentos sólo atiné a pedir permiso para bajarme en la estación siguiente, antes que las cosas empeoraran. Lo que no estaba en mi cálculo es que la gorda me siguiera, y como no lograra darme alcance, hizo que los guardias de seguridad me detuvieran. Luego de acusarme de hacerle tocaciones y frotar mi miembro en su trasero. Fui llevado esposado a una sala sin que se me concediera el principio de la duda (a la espera de la llegada de la policía) La mujer, pidió nos dejaran a solas por un instante (ante la mirada desconcertante de los guardias) no se preocupen, con las esposas no podrá hacerme nada, sólo quiero que sepa un par de cosas, antes de que se lo lleven preso. Se sentó frente a mi, en actitud desafiante. No sabes lo que he soñado este momento, maldito, destruiste mi adolescencia…quise interrumpirla, pero no me dejó…no quiero que digas nada -agregó agresiva- yéndoseme encima como una pantera herida, sólo quiero que pagues por lo que me hiciste (hice un gesto con las manos de que me estaba acusando) y eso más la molestó. Acaso no sabes lo que dijiste de mí, la noche del 29 de septiembre del maldito 2001- levantó la voz- haciendo todo tipo de ademanes con sus manos y brazos regordetes (en cualquier momento esta mujer me golpea, pensaba) Yo en cambio lo puedo recordar como si fuera ayer -repuso - al tiempo que su tremenda humanidad se incorporaba en un gesto teatral como si fuera a declamar un verso. Con la mirada pérdida en un punto imaginario y una voz fría – continuó- La casa de la Javi, sábado por la noche, su cumpleaños, la excusa perfecta para verte. Para entonces pensaba, que la Javi era mi mejor amiga (hizo un gesto con sus ojos y boca, como diciéndose estúpida) por ser la única a quien había confesado estar enamorada de ti. Esa noche prometió darme una cita intima contigo. Una lágrima empezó a asomar en sus ojos, bajó la vista, respiró largo y profundo, y cuando quiso continuar, la voz comenzó a sonar quebrajada…Dijo que debía esperar en ropa interior en su dormitorio, ella se encargaría de que tú fueras ahí, y que todo lo que después pasara dependía única y exclusivamente de lo que yo quisiera. Esperé en la habitación nerviosa, dudosa de hacer lo que me pedía, no estaba segura de cómo reaccionarías, pero me alentó diciéndome “es un hombre, y al final a todos los hombres se les para con una mujer desnuda enfrente” … no sentí que fuera el mejor aliciente, pero al menos me reconfortaba la idea que mi primera vez fuera contigo. Recuerdo que incluso saqué un perfume a mi madre, quería impresionarte. Además, llevaba ropa interior de encaje, una que me había comprado meses antes y que no había usado. Todo lo hacía pensando en ti, eras el hombre de mis sueños, te soñaba a menudo. Por eso, había aceptado la propuesta. Nunca supe lo que pasó esa noche en el living de esa casa, por eso te pido si te queda un poco de hombría, me lo digas todo ahora, sin evitar nada, ya no hay nada que me pueda hacer daño. Tragué saliva, le miré a los ojos y me sentí miserable, por primera vez, veía sus enormes ojos pardos y me olvidé de su gordura. No quería contarle lo que realmente pasó, no creía tener la suficiente hombría para seguir. Le pedí un poco más de tiempo, que me hablara más que fue lo que vivió esa noche…Desde el segundo piso, escuchaba las risas de todos, los gritos de los hombres vociferando ¡en pelota, en pelota! pensé que de algún modo se referían a mí, comencé a desvestirme con pudor, nunca lo había hecho antes, pero todo era por ti y para ti. Me quedé en ropa interior y me senté en la cama inquieta, no sabía si tenderme, o esperarte de pie. Apagaba y prendía la luz del velador, nerviosa. La habitación de la Javi, me parecía intimidante. Hubiese preferido que fuera en mi habitación pensaba – pero sabía que tú no me visitarías, aunque te lo rogara. Impaciente miraba hacia la puerta, esperando que tú entraras. Te imaginaba con una rosa en los labios, para mi, diciéndome cosas bellas (no pudo continuar y soltó el llanto) … por favor, continua, supliqué … ¿para que quieres que siga? ¡Acaso no te basta! -reclamó airada. Sabes muy bien el final de la historia ¿para que deseas humillarme más? Te juro que no sé el final, por eso te pido que sigas, debo entender… ¡sabes muy bien lo que hiciste esa noche! -me recriminó, incorporándose sobre la mesa que nos separaba. No es necesario que yo te lo deba decir…pareció gritarme enfurecida. No estoy tan cierto en este momento – respondí, intimidado por su agresividad descontrolada por momentos.
Sentía frío -continuó- no sabía si era porque estaba semidesnuda o por los nervios, caminé hacia la puerta y la abrí. Al no verte comencé a bajar en puntillas las escaleras, supongo ahora que nadie se acordó que yo estaba en casa esa noche, lo digo por la escena que vi, en el living… ¿qué fue lo que viste? -pregunté intrigado. Vi a la Sole, Amanda y Sandra, en ropa interior bailando para ti. No quise seguir mirando, me sentí una tonta, entonces algo pasó y es lo que quiero que me digas ahora, sólo me quedaron esas malditas palabras que pronunciaste, malditas y tormentosas palabras que atravesaron mi corazón como filosas dagas esa noche y todas las siguientes de mis dieciocho años. No imaginas, lo que me destrozaron como niña, no puedo decir mujer porque no lo era. Nunca lo entendí, lo dijiste con tanto desprecio, que por eso me castré como mujer, nunca más la idea de amar un hombre se anidó en mí, eso no era para una gorda, el amor era sólo para las flacas como la asquerosa Javi y sus amigas. Nunca más me junté con esa maldita perra, ahora entiendo que sólo me utilizó para burlarse y que te eligió a ti, como mi verdugo…Yo no sabía nada de eso -contesté- te juro que recién me entero de lo que pasó…¡Pero sabías que estaba ahí maldita bestia!, sino no hubieras dicho lo que dijiste…si claro, pero también es cierto que estaba borracho, y como un estúpido caí en el juego de la Javi, lo dije realmente sin pensar…(quise pedirle perdón, pero me faltó valor) Sus ojos llorosos y el rimen corrido por las lágrimas, le daban un aspecto lastimoso, que me hacía sentir aún más culpable…casi no podía soportar la presión en mi pecho, trataba de no mirarla, mientras escuchaba sus sollozos. Con una mirada desgarradora, me rogó que le contara el resto. Respiré profundo, como buscando palabras que sonaran lo menos dolorosas posibles, le expliqué que los muchachos y yo estábamos bebidos cuando de pronto la Javi detuvo la música, me tomó de la mano y me dijo que las mujeres me habían elegido como el afortunado de la noche y me sentó en el sillón del living. Entonces les dijo a todos que se ubicaran por los costados, corrió la mesa del centro, colocó una música digna de cabaret, tres de sus amigas comenzaron a bailarme y a sacarse la ropa, mientras yo bebía no se que número de cerveza. Te confieso que, con tanto alcohol en el cuerpo, no estaba reaccionando al show (lo dije sólo por aliviar en algo su pesar) Los muchachos empezaron a avivar las cosas, mientras las chicas iban desvistiéndose…quise detenerme, me acobardaba continuar… sigue- repuso con tono determinante. Su cabeza reposaba sobre sus brazos apostados sobre la mesa, como si estuviera esperando una sentencia terrible. Su figura de mujer resignada, dolida, me obligó a continuar por vergüenza. Bueno – repuse -al tiempo que se me escapaba un resoplido,  la Javi me vendó los ojos y me secreteó algo al oído, y por eso dije lo que tú escuchaste…pero créeme, no tenía idea de lo que me acabas de contar…Eso no tiene importancia ya, contestó aún con la cabeza gacha sobre la mesa,  lo único que vale es que reconoces que lo dijiste, ahora deberás hacerte cargo de lo que me dañaste… levantó su rostro y con una mirada inexpresiva y una voz fantasmal – preguntó - ¿Qué fue lo que te secreteó la Javi?…Apreté los puños, y con voz entrecortada repuse “que una de las presentes se empelotaría para mí, y que debía estar con ella a toda costa”…entiendo, pero ¿tan horrible era para ti, que esa fuera yo? – inquirió…no pude responder nada. Se incorporó como si se hubiese desprendido de una armadura que llevaba encima, resopló una y otra vez, dándome la espalda. Luego me quedó mirando y exclamó con cierto orgullo. ¡Ah! por cierto, ahora soy escort en una boîte del barrio alto, imagínate, los hombres ahora pagan por estar conmigo – una sonrisa socarrona, se dibujó en su rostro pálido.
Se limpió las lágrimas con el dorso de su mano regordeta llena de pulseras de fantasía, y antes de llamar al guardia, se dirigió a mi…no te preocupes retiraré los cargos, ya obtuve más de lo que quería. Se arregló la falda que se había recogido aún más. Sostuvo su mirada un instante como queriendo decirme algo, más guardó silencio y desapareció taciturna tras la puerta. A los pocos, minutos entraron los guardias diciéndome con tono seco y cortante, que podía retirarme. La mujer había retirado los cargos. Me incorporé, más hubiese preferido me llevaran preso, me parecía lo más correcto, después de lo que le había hecho en el pasado.
Salí al pasillo y el bullicio y sentí que el gentío me atropellaba, pisoteando lo que quedaba de mi ser. Decidí darme por enfermo en la empresa. Caminé varias cuadras sin rumbo, recapitulando lo que acababa de vivir. Nunca imaginé ser el responsable de la vida de Raquel.
Las palabras dichas con tanto resentimiento, tanto dolor, le abrieron heridas que dejaron salir la miseria de que estaba recubierto su ser. Al anochecer y llegar al departamento, sintió que su actual pareja le parecía más bien una extraña, alguien con quien estaba por no sentirse solo. No se molestó por saber qué era lo que le pasaba realmente, solo se limitó a conseguirle un médico para que lo viera al día siguiente. Esa noche no pudo conciliar el sueño, volvía a la fiesta de ese sábado una y otra vez, sin poder remediar el momento en que dijo aquellas malditas palabras. Lloró en silencio, sintiéndose cada vez más miserable. Con el paso de los días, la idea de quitarse la vida comenzó a pasearse por su cabeza, “Depresión, por crisis existencial” fue el diagnóstico que figuraba en la licencia que presentó en su trabajo.
Poco más de un mes después, le vieron entrar en una boîte, solicitando los servicios de una tal “Lulú (nombre artístico de Raquel) desde entonces es cliente asiduo del local, y pide sólo los servicios de Lulú.

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