Sólo 32
minutos repetía, una y otra vez, no encontrando sentido alguno, al tiempo que intentaba
esforzarse al máximo por agregar recuerdos, más estos no venían a su mente,
como si de pronto una amnesia total le hubiese embargado. Le parecía una
maldición lo que se hallaba viviendo, llegó a creer que quizás se debía a un
encargo a alguna bruja de conventillo, más que mal, era mucha gente la que
tenía como enemigo ¿De qué se trataba esto? Volvía a preguntarse ¿Por qué ahora
que lo tenía todo, venía el destino a arrebatárselo de la manera más cruel?...
En que estaba pensando cuando aceptó venir a éste recóndito lugar (en realidad
esa no era la pregunta) sabía muy bien lo que lo trajo, fue su ambición, el
ansia de poder, ese contrato firmado que estaba en su maletín, había sido el
anzuelo que lo motivo a morder la carnada por la cual ahora estaba próximo a
perder la vida. El cinturón de seguridad le presionaba la clavícula fracturada,
más así también impedía que el hueso asomara sobre su camisa; bebía su propia
sangre para no desfallecer. Su brazo izquierdo totalmente desmembrado de su
cuerpo atravesó el parabrisas de su camioneta 4 x 4. El impacto y la magnitud
del accidente fueron soportado por la carrocería, gracias a ello, se conservaba
aún con vida. con el pasar de las horas esperaba un milagro, tal vez su celular
podría agarrar señal (cosa que no creía), o tal vez Renata su mujer, preocupada
llámase a todos (aun así, nadie podría ubicarle, pues no avisó donde iría) Los quería
sorprender mañana domingo, en el almuerzo con sus padres. Quería ver la cara de
su hermano mayor cuando diera la noticia, quería verle vencido junto con su
padre ¡Los habría superado! que insulso le parecía todo eso ahora. Sé que
saldré de esta, como de tantas otras, soy joven, fuerte, he sido siempre un
triunfador – pensaba. De pronto una voz en su interior pareció preguntarle ¿De
veras te sientes un triunfador? Cómo si una mano le oprimiese el pecho, sintió
que debía callar. Volvió a apretar la tecla para reproducir otro de los videos
que daban fe de su éxito. Esa maldita necesidad de dejar plasmado en un video
el momento, para preguntarle luego a Renata ¿cómo me veía? ¿qué opinaron de mí?
Te fijaste cuantos likes obtuvo la historia le comentaba con fervor, etc., sin
darse cuenta de que ese mundo virtual, le significó llevar una vida totalmente
superficial. Sabía que tenía guardado en su computador más de cien videos
almacenados de sus cuarenta y seis años, pero tan sólo 32 minutos, daban cuenta
de alguno de esos momentos simples y felices, como cuando andaba en bicicleta
con sus amigos o jugaba a la pelota en la plaza.
En su afán de
no tener compromisos amorosos, no tenía guardado los momentos con la que
terminó siendo su mujer, como las anteriores, sus vivencias en ese plano quedaron
en el olvido. No me gustan las fotos, vivamos el momento, eran sus excusas,
para no plasmarlos y eso se convirtió en rutina. Su vida amorosa quedó guardaba
en algún archivo de su memoria, que no lograba descifrar o traer al presente.
Años más tarde cuando su padre lo conminó a hacerse cargo de la empresa, se
inició el embrujo que terminó por capturarlo el resto de sus años. En ese
preciso instante, que cavilaba por su pasado, a un par de metros de distancia, tres
enormes guarenes, mordisqueaban frente a sus narices, su brazo destrozado, y pese
a los gritos desaforados intentando impedir que lo siguieran haciendo, era en
vano, los roedores seguros de su condición moribunda parecían no escucharle.
Qué frágil se sentía, que impotente, que insignificante, que distinto al hombre
que momentos antes pasara por el mismo camino levantando polvo en su flamante
camioneta, desafiando al mundo.
Sintió la
necesidad de volverse creyente, deseaba fervientemente que existiera un Dios, que
le escuchara, que pusiera oídos a sus plegarias, quería vivir, a costa de lo
que fuera ¡diosito por favor no quiero morir! Suplicaba. En ese momento los
dientes de otros roedores se clavaban en una de sus piernas, y la tibieza de la
sangre les abría más el apetito ¿Por qué señor? ¿Por qué me haces esto? ¿No es
suficiente ya este castigo? Has que me encuentren, que me salven, no quiero
diosito morir, te lo suplico, te lo imploro, quítame todo, la fábrica se la
dejo a mi hermano, la casa y las cosas materiales que queden para Renata y mis
hijos, déjame en la calle si quieres, pero por favor no me quites la vida,
justo cuando decía esto, un roedor desgarró con una furibunda mascada parte de
su tobillo, y otro se lanzaba al empeine de su pie. Bramaba de dolor, sus
gritos sonaban pavorosos, desgarradores en el silencio de la noche, una noche
triste que parecía no querer despertar. La postura de su cuerpo, luego de que
la camioneta volcara y se diera varias vueltas tras golpear el roquerío del
cerro, le dejaron aplastando su brazo derecho y éste comenzaba a hormiguear y
molestarle en demasía.
Fue en ese
instante, que algo mágico sucedía en su mente, pudo ver como un clarividente, a
través de una proyectora tridimensional, que su vida se mantenía en base a las
apariencias, tener el último modelo de camioneta full, mientras más ostentosa
mejor, secretarias con cuerpos de modelos, que lo único que debían hacer era
admirarle y abrir sus piernas cuando él lo deseara, desplazando a su mujer sólo
al cuidado de los niños ¿En qué se había convertido? Ni los mordiscos de los
roedores despedazando su pie, le causaban tanto dolor, por lo miserable que era
reconocer su actuar. Renata fue la elegida, cómo una vil transacción que
permitió que su suegro invirtiera en la fábrica, los hijos fueron la condición
para sellar el acuerdo, su suegro quería nietos y él anhelaba tener capital de
inversión, fue un trueque justo, siempre lo pensó. Renata amaba a su padre y
aceptó ser el instrumento de la negociación (aunque siempre guardaba el anhelo
que Julián llegara a quererla, se conformaba con eso) luego la maternidad y sus
dos niños, lograron llenar su vacío. Nunca miró a otros hombres, para ella
todos eran iguales, su padre de hecho había engañado a su madre que lo terminó
abandonando. Por verlo destruido, se juró no dejarlo solo y cuando conoció a
Julián entendió que era la alianza perfecta.
Esa noche
pensó que andaba en una de sus andanzas, por lo que luego de cenar sola como
casi de costumbre, se fue a la cama más temprano de lo habitual. El menor de
sus hijos llegó con su oso de peluche a pedir refugio. Antes de caer en el
sueño, le agradecía a la vida que Julián le hubiera dado dos hijos hermosos. En
ese mismo instante su esposo agonizaba, sin siquiera sospechar la nobleza de
sus pensamientos. Para él, fue siempre un instrumento, un trofeo que debía
cuidar con recelo, hasta que lograra su jugada perfecta. Por eso la llamada de
las 8:00 de la noche, cuando estaba a apenas dos cuadras de su casa, le hizo
devolverse con tanto entusiasmo, sin importar nada más que el cierre del
contrato, con eso lograría la independencia de su mujer y su familia, ya no
dependería de ellos en absoluto, se convertiría en el millonario que tanto
había anhelado desde niño, cuando su madre le hablaba con angustia a su padre
en la cocina que el dinero no alcanzaba. Su padre hombre de estudios, siempre
respondía, no te preocupes vieja, le pediré unas horas más al rector (pese a
que apenas se le veía en casa) Cuando le despidieron junto a su hermano
montaron en el taller de la casa, los inicios de la fábrica de tornillos y
tuercas. Un par de tornos comprados en un remate y otras viejas maquinarias,
bastaron para dar el puntapié inicial. Pero su falta de ambición, hacían que la
fábrica solo diera para mantenerse. Cuando Julián estudiaba contabilidad, se le
cruzó una chica poco agraciada que le miró con ojos curiosos ¿quién es esa fea
de lentes que me quedó mirando? - le preguntó a su compañera. Es la fea más
rica de la Universidad, fue la respuesta que la convirtió en su objetivo. Antes
de graduarse había logrado comprometerse con Renata. Lo demás fue cosa de
tiempo, la conservó virgen hasta el matrimonio como parte de su maquiavélico
plan. Todo fue perfecto, lo adoraban y la familia quedó rendida a sus pies. La
sangre que brotaba de su pie, el hormigueo del brazo, la presión del cinturón
sobre la clavícula le sacó de sus cavilaciones. Miró el video del nacimiento de
su hijo Mateo, aún en ese momento tan hermoso, se mantuvo ausente, preocupado
más en grabar el instante que en sostener en brazos a su hijo. Me da nervios
que se caiga – decía- apenas lo sostenía y lo devolvía a los brazos de la
abuela que corría por tomar a su nieto. Entonces soltó el llanto, se estaba
muriendo y entendía que la vida le había dado la oportunidad de ser feliz y la
había desechado por perseguir el éxito y el dinero. En el bolsillo de atrás de
su pantalón, su billetera contenía seis tarjetas VIP, de los principales bancos
del país, sin embargo, nada de eso le podía salvar la vida, ni el millonario
contrato que lo convertía en una empresa multinacional, ni su camioneta 4 x 4,
importada a principio de año, nada en ese instante, le servía para alejar los
roedores que comían su pie. Eran apenas las 02.34 de la madrugada, le parecía
una eternidad llegar al amanecer. Entendió que su final era inminente. El
celular aún tenía carga, volvería a ver los únicos 32 minutos que valieron la
pena su paso por la tierra. Lloró, sonrió y se emocionó con las escenas de sus
hijos (la mayoría de esos momentos grabados por Renata y que se los hacía
llegar después) Su vista comenzaba a nublarse, pensó en su mujer y desde el
fondo de su corazón le pidió perdón, y lo repitió tantas veces como pudo antes
de perder la conciencia.
A la mañana
siguiente, el milagro del empresario rescatado por un panadero era la noticia
del momento en todos los noticiarios, mientras Renata se daba una ducha
tratando de adivinar con quien había pasado la noche Julián.
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