La mayoría de las personas se anda lamentando por la
situación del país, de la pandemia, de la famosa “normalidad” o la “inseguridad”
y se me viene a la memoria la visión de un hámster encerrado en su jaula, a
quien sacaron su rueda donde solía caminar o correr (sin avanzar) y que sólo
anhela la vuelvan a colocar para subirse en ella, en vez de pensar en la libertad
de escapar de la jaula. El ser humano ha estado tan dormido, tan
atrofiado como ser, aplastado por las grandes familias que dominan el mundo,
que casi ha perdido la capacidad de pensar, de volver a plantearse cosas profundas,
como ser ¿A que vinimos? ¿De donde vinimos? ¿A dónde vamos? ¿Por qué estamos
vivos?, en fin. Esas preguntas hoy, más bien parecen sacadas del guion de
una trama de teatro del absurdo. Estamos tan empobrecidos espiritualmente que
sólo anhelamos volver a ser los esclavos laborales, volver a endeudarnos,
volver a trabajar bajo un horario con exigencias lapidarias de jefes, que nos
estrujan hasta más no dar, porque ellos así cumplen con metas y objetivos de otros. Como si el único objetivo porque nacimos fuera comprar y acumular esto y aquello.
Así, se burlan de cada uno de nosotros, mostrándonos la fantasía del poder económico, aunque mientras más tienes, más pobre espiritualmente te conviertes. Pero ellos tienen el
poder de manejarnos, de hacernos creer que ese es el camino, y lo peor es el
costo que piden para ello, que estemos dispuestos a sacrificar lo más preciado
que tenemos, y que es la dignidad, la grandeza espiritual (que no
se compra ni se vende) eso fue lo que nos dio sentido y fue la llave para nacer. Sí,
somos dignos de la felicidad, de mantenernos con esa integridad y entereza que
nos llevó a ser capaces de alcanzar el éxito entre más de 250 millones de
rivales (promedio de espermatozoides en una eyaculación), pero hemos perdido la brújula,
por andar corriendo tras la zanahoria. No es de mi interés, analizar de donde
salió el COVID-19, si es real o no, si fue fabricado en laboratorios o no,
sólo me detengo a ver su efecto.
Ha sido una tremenda oportunidad para replantearnos, donde
estamos parados, ver como los medioambientalistas tenían razón cuando decían
que estábamos matando el planeta, como hemos destruido el hábitat de tantas
especies, como hemos perdido la capacidad de comunicarnos más que con caritas
y abreviaturas. Por eso, los invito a que le den otra mirada a éste maravilloso
colapso mundial, miren la naturaleza, hagan una mirada interior, y cuestiónense en que clase de
persona son realmente. Desde que tengo uso de razón, me planteaba ¿qué pasaría
si el día que vivía fuera el último? y no con un afán masoquista o depresivo,
todo lo contrario, mi mirada era en el sentido ¿Qué fue lo que le entregué al
mundo, que dejé para la posteridad, valió la pena que yo hubiera vivido, a
quien ayudé, a quien enseñé, de quien aprendí, a quien amé, quienes me amaron?
y puedo decirles que mi único propósito de la vida, es disfrutarla y ser
feliz, porque la felicidad no es un instante, es una forma de vida. Por
eso, deja de lamentarte, y aprovecha esta oportunidad, para que te detengas a
pensar, para que vuelvas a sentir, a disfrutar de las cosas simples, a mirar al
otro, a valorar la fidelidad de tu mascota, y que el verdadero sentido de la vida, es que vinimos a ser felices. Un abrazo lleno de energía positiva, y ¡¡¡ya córtala
de lamentarte!!!
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