Es tiempo de contemplación, desde la meseta de mis años observo la llanura de mi pasado y el pasto es verde, frondoso. Entonces abro las alas de mi espíritu y planeo de vez en cuando, y me elevo a cada instante buscando la plenitud de mi vida.
¿Cuanto vale un minuto de tu vida?
Sí la pregunta fuera dirigida a un ingeniero comercial, un abogado, un médico, la respuesta brotaría con facilidad de sus labios, pero no dudo que se quedarían mudos si enseguida les dijera que no me refiero al honorarios de sus profesiones sino a uno más importante, al valor que tienen como personas.
En éste mundo que se mueve entre valores, metas, ganancias, capitales y demás, yo me pregunto si se puede cuantificar un minuto de nuestras vidas… ¿acaso podemos valorar una hora de siesta, de ocio, de compartir con un amigo, el tiempo de desvelo al estar cuidando a un hijo enfermo, de dejarse llevar por una canción o un sueño, el tiempo que le dedicamos a un buen libro, o a la simple contemplación, a una buena conversación, al deleite de ver una película en el cine, o en el televisor del living en familia, al paseo con tu perro al anochecer, a la dicha de un partido en el estadio viendo a tu equipo favorito, al presenciar el nacimiento de un hijo, acompañar la despedida de un ser querido, o disfrutar hacer el amor?En todos ellos “ponemos tiempo”, pero es un tiempo diferente, uno que nace del corazón, que no conoce de números, de cumplimientos, de normas, de cláusulas, de riesgos de inversión y demás, es un tiempo que estamos dispuestos simplemente a dar porque nos emana de lo más profundo de nuestro ser, es un tiempo que no tiene medida, que se entrega sin pedir nada a cambio, que nunca se “pierde”.
Los únicos que pierden son esos seres egoístas que viven tratando siempre de obtener algo en cada minuto que invierten, no sabiendo que mientras más lo hacen, más grande son las pérdidas, porque van perdiendo esa esencia que nos hace mágicos, van malgastando esos minutos que realmente valen la pena y que tienen una valía enorme, pero no en el mercado de valores, sino en la vida plena, porque son minutos que se te devuelven, con un abrazo fraterno, un estoy contigo, un me importas de verdad, un grito de mamá o papá que brota de esa boca diminuta de un hijo (pero que suena como la sinfonía más magnánima nunca antes escrita) un gracias por llamar, por escucharme, por estar ahí, y entonces sólo entonces, sientes que la vida es un enorme regalo. ¿Y tú? puedes contestarme “¿Cuánto vale un minuto de tu vida?”
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