Telaraña onírica


Mientras leía, pudo notar que las letras de su libro, se iban cayendo lentamente, una a una, como especies de hormigas organizadas, al tiempo que iban dibujando un caminito de letras que se perdía entre las sábanas de su cama. Pensó que era una jugarreta de su vista y el cansancio de los trasnoches acumulados. Cerró el libro, apagó la luz, se acomodó cuan largo era y se internó casi instantáneamente en un profundo sueño. Se veía vagando por las calles, desorientado, su aspecto lucía deprimente, estaba desaseado, sus ropas le daban la apariencia de un hombre de la calle, en su barba hirsuta asomaba algunas canas (como aquellas que ahora teñía en su escasa cabellera). La sensación de verse así, lo angustió, intentó salirse del sueño, pero no podía, algo le indicaba que debía continuar. Caminaba sin rumbo, en su andar, la gente le rehuía (era capaz de sentir su desprecio), él mismo de poder hacerlo, huiría de encontrarse consigo mismo en esas condiciones. Sintió el hedor que expelía de su cuerpo rancio, olor que se mezclaba con sus ropas usadas para dormir por muchos días. En eso, vio la figura de su madre (estaba de compras y no podía verle ya que le daba la espalda). Hacía esfuerzos inútiles, para impedir que lo percibiera de esas condiciones, pero sus pies no obedecían, como si una fuerza maligna, los tuviese poseídos. Se dirigió inevitablemente hacia ella con pasos torpes, dando zancadas con las piernas abiertas entre el gentío, parecía un imbécil. Finalmente llegó a su lado. Su madre giró al sentir la molestia de su pestilencia, al mirarlo, sólo exigió a viva voz, que sacaran a ese mugriento de su lado, ¡quiso gritarle, decir que era su hijo!, pero sus labios parecían sellados. Dos hombres le tomaron por los brazos y lo llevaron en andas, fue lanzado a la calle. Nadie quiso ayudarle. Le miraban con estupor. Lo veían ahí caído, maloliente, le rehuían. Su gruesa rodilla comenzó a sangrar debajo de sus pantalones rotos. Su exceso de peso, le impedía levantarse por si sólo, necesitaba de ayuda, que no llegaba. Caído, veía sólo piernas caminar aceleradamente al pasar por su lado, y otras que se desviaban. Que diferente se veía todo desde ahí abajo donde su cabeza reposaba, mientras su cuerpo desparramado en el cemento, era como un osezno batido. Quiso cerrar los ojos, para despertar de una vez, pero el ruido de la gente, sus murmullos y el sol que le acariciaba el rostro, le hicieron dudar que aquello fuera un sueño, y llegó a pensar que tal vez, se encontrara viviendo una vida pasada. Trataba de interpretar las cosas que ocurrían a su lado, pero todo era borroso y confuso. La sangre seguía corriendo en su rodilla, sentía como latía. De seguro llamaran una ambulancia - pensó. Pero nada de eso pasó. Deseaba moverse pero no lo lograba, no se podía su enorme figura, ¿cómo había engordado tanto? de seguro superaba los ciento treinta kilos. Algo no estaba bien,¿si era un ser andrajoso y harapiento, como podía estar tan gordo?. Este sueño, no es muy cuerdo pensó, no me dice muchas cosas. Será mejor que despierte. Abrió sus ojos, y se encontró con la noche, aún yacía en la calle, la gente se había retirado a sus casas, el local de donde había sido arrojado se hallaba cerrado. A la distancia, pudo ver las piernas delgadas y desnudas de dos mujeres con cortas faldas, que se acercaban. ¿Estás bien? ¿Qué te pasó? preguntó la más joven. Nuevamente no podía decir nada, aun cuando lo intentaba con desesperación. Pobrecito, ya ni habla, dijo la otra y se alejaron. Quiso retenerlas con una de sus manos, pero su brazo fracasó en el intento (le pareció que el mismo era tan corto como la aleta de un lobo marino), las vio perderse al doblar la esquina. Estaba sólo. Se sentía impotente. La sangre de la rodilla, había cesado, ahora sentía un hormigueo desde la rodilla hasta su pié derecho, producto que se le había dormido. ¿Cuanto llevaba ahí? ¿Por qué nadie lo ayudaba? ¿Qué acaso, no había ningún policía, que se hubiese dado cuenta de su presencia? ¿Cómo permitía esta ciudad que un hombre yaciera tumbado en el piso por tantas horas y a nadie le importara? Intentó mover lentamente su gruesa contextura hacia la calle, si, eso haría, se dejaría caer a la calle, para lograr que algún conductor le ayudara, o terminase con esta tortura. Al moverse, algo se le enterró bajo el omóplato izquierdo, era algo filoso, que le punzaba, y que no le permitió seguir arrastrándose. Sentía frío. Los huesos de su esqueleto, le reclamaban un cambio de postura. Decidió cambiar de posición, y como una morsa se acomodó al lado derecho. Otro giro y quedó boca abajo. Al menos su espalda descansaría un poco. El hielo de la noche, se transmitía a través de su rostro aplastado. Su mejilla mofletuda se apegaba al cemento como una masa adiposa que podía absorber la humedad. Una barata se paseo frente a su rostro. Que impresionantemente enorme le pareció aquel insecto desde esta perspectiva.
En eso unos zapatos bien lustrados, se le acercaron. ¿Qué le pasó? ¿Puedo ayudarle? ¿Se siente bien? ¿Cuál es su nombre?...tenía todas las respuestas en su cabeza, pero no salían de su boca. El hombre buscó la identificación entre sus ropas, encontró su carne de identidad, donde salía su foto, pero sin su nombre, tampoco su número de identificación. ¿Qué es esto?- Se preguntó el policía. ¿De donde lo sacó?, le interrogaba, mientras apegaba el documento a su rostro. Un superior se acercó. Luego de mostrarle el documento y de señalar el hombre que yacía en el suelo, éste último dijo que lo dejaran ahí, no podían llevarse a un N/N. El joven policía, lo colocó nuevamente en sus bolsillos, y antes de irse, le dio un puntapié en las nalgas, pidiéndole que se fuera luego a casa. El hombre se subió al auto policial y se retiraron del lugar. No aguantaba más éste tormento. Pedía a gritos despertar, despertar, comenzó a implorarlo, suplicarlo, hasta que abrió sus ojos y se encontró nuevamente en su habitación. El techo, las paredes de su habitación, el libro aún sobre la cama, el calor de su cama…que alivio, se incorporó contento de haber abandonado su pesadilla, su cuerpo grueso no fue problema esta vez - debía pensar en entrar en un gimnasio - quizás ese era el mensaje del sueño, pensó. Fue a la cocina, bebió un vaso de agua fresca, ¡que dicha!, todo sabía distinto, después de lo soñado. Disfrutó unos instantes la oscuridad de la cocina, el silencio, el frío soportable. El agua fresca circulando por su traquea, era una sensación tan placentera, que comenzó a pensar en todas las pequeñas sensaciones que uno olvida por su cotidianidad. Pero al salir de la cocina, su sangre se heló con la velocidad de un relámpago, y la contracción de su corazón, casi termina con su vida en ese instante, el vaso cayó al suelo, quebrándose en mil pedazos, sintió el salpicar del agua, en sus pies descalzos. No podía ser, no podía ser cierto, se vio sobre su cama durmiendo. Quiso convencerse que estaba despierto, e intentó corroborar que dormía, pero nuevamente sus pies no se movían. Era cierto, aún no despertaba. Seguía en el sueño. ¿Cómo era posible?, le parecía que todo a su lado era cierto, podía percibir el frío del piso, su respiración, su agitado corazón que saltaba en su pecho?, incluso el vapor que salía de su boca. Se dejó caer al suelo y comenzó a arrastrarse hasta la cama. Al llegar al lado de si mismo, pudo notar que ambos cuerpos estaban fríos, ¿qué estaba sucediendo? – se preguntaba. ¿Habré muerto?, no es posible, mi corazón sigue latiendo, incluso el de aquel que yacía a su lado. Cerró los ojos, queriendo sólo volver a meterse en el sueño… ¿qué decía? si estaba en el sueño, entonces ¡despertar!, pero sí estaba despierto…las ideas, chocaban entre sí, unas con otras, se agolpaban en un torbellino asumagado de angustia, apretaba las sienes, las manos, la mascada, aquella sensación era horrible, estaba despierto en el sueño, intentando volver a dormir y no lo lograba. De pronto, sintió que le tiraban de sus pies, se hallaba nuevamente en la calle, unos curaditos le intentaban robar los zapatos. Al verlos, se quiso abalanzar, pero ellos huyeron asustados. Trataba de gritarles, que no se fueran, que no le importaban sus zapatos, que se los regalaba, pero que le ayudaran a levantarse. Nuevamente, se dejó caer, y esta vez, el golpe en su cabeza fue tan violento que perdió el conocimiento.

Está reaccionando, doctor- dijo la enfermera, de turno.
El hombre abrió los ojos, y se maravilló de la mirada inquieta de la joven, le sonrió, todo era pulcritud a su lado, su cama, el techo pintado de blanco, el celeste de los muros. Pensó que aquello era el cielo. ¿Dónde estoy? – le preguntó a la joven. En el hospital…- respiró, se había salvado, había finalmente despertado. Señorita, ¿por qué estoy aquí?, señor lo encontraron tirado en la calle –respondió dulcemente la joven, a propósito cual es su nombre…extrañamente en su cédula de identidad, figura sólo su foto…

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2 comentarios:

  1. Excelente amigo mío, me encantatu estilo. Felicitaciones

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  2. Muchas Gracias Pati,eso me incentiva a continuar por esta ruta,

    Un abrazo,

    Esteban

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Habitación 136

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