La Maldición de Filomena

El doctor Vega reposaba la tarde, adormilado y desparramado en ese viejo sillón que heredara de su padre - también médico – siendo la enfermedad de éste último el motivo que lo obligara a regresar a este pueblo del que huyera hace ya varios inviernos, cuando apenas alcanzaba los dieciocho, en una fría mañana gris en que lo último que escuchó a su espalda fueron los sollozos de su madre, mientras su padre gritaba ¡Déjalo ir mujer! y ¡Deja de llorar, por ese infeliz! Nunca imaginó que tuvieran que transcurrir casi cuarenta años para volver a pisar las tierras áridas de ese pueblo que lo vio nacer, ese inhóspito lugar del mundo, ese lugar olvidado, aquel que todos abandonaban para no volver. Sí, el calor del desierto, la altura, y esa paz infernal, hacían que todo joven o muchacha ansiara escapar en busca de nuevos horizontes, cualquier parte podría ser mejor que ese infierno – solían decir. Esa tarde, el sol quemaba el aire haciéndolo aún más sofocante, exigiendo a todos refugiarse en sus casas en busca de sombra, al tiempo que las ventanas con las bocas abiertas no lograban tragar un mínimo de aire fresco. En ese ambiente tórrido, el doctor Vega era presa resignada de la siesta inevitable para los lugareños provocando que el silencio de la tarde se vistiera de un tono sepulcral, que era lo que espantaba a las almas jóvenes; cuando fuertes y briosos golpes en la puerta de su despacho le sacaron abruptamente de su letargo. En un gesto involuntario, se llevó la mano a su pelo despeinado tratando de recomponer su facha desgarbada, con paso cansino y acomodándose su bata blanca se arrimó hacía la puerta, que soportaba los golpes impacientes acompañados ahora con gritos despavoridos e inaudibles de una mujer histérica. No alcanzaba a terminar de correr la cerradura, cuando la mujer se abalanzó al interior de la consulta, trayendo consigo por el brazo a una joven con el dorso desnudo que intentaba cubrirse ¿Qué significa esto?- preguntó extrañado el doctor, que no salía de su asombro, al tiempo que ofrecía su bata a la joven, que avergonzada, la asió de inmediato. ¡Quiero que me revise si ésta perra es virgen! Exclamó airada la mujer que se secaba el rostro sudado con un viejo pañuelo. Pero señora Irma, usted sabe que no soy ginecólogo, soy siquiatra, me preocupo de los trastornos mentales, no de los embarazos o del sexo de las mujeres. Pero estudió medicina y debe saber si está perra está virgen o no, seguía diciendo alterada la mujer. Si es cierto, pero no tengo los elementos, miré –señalando el estrecho espacio de su consulta – donde apenas cabía el diván en que se recostaban sus pacientes. Sí, pero al lado está su pieza, atiéndala sobre su cama, para lo que tiene que revisar, la cama es más que suficiente –agregó la mujer- un poco menos perturbada. El doctor Vega, no sabía como desprenderse de tan incómoda situación, se sentía aprisionado, tenía claro que la mujer no iba aceptar salir de allí sin que su hija fuese revisada. ¿No le parece mejor, llevarla a la ciudad? allí tienen un hospital y especialistas. Mire doctor es sábado y no puedo esperar hasta el lunes para saber si mi chiquilla es aún virgen, soltó el llanto, y se aferró con sus manos gruesas a su camisa sudada, en una actitud suplicante. El doctor intentando sacarla de encima, asintió, e hizo un gesto a la joven para que ingresara a su habitación. Encontró a la muchacha recostada sobre la cama, sujetando firmemente la bata con ambas manos y su rostro maquillado de temor y timidez. Le pidió en tono alto –para que la madre escuchara – aunque con un tono tembloroso que retirara su ropa interior, al tiempo que le hacía una mueca para que no lo hiciera. De inmediato se sentó a su lado y le susurró lo siguiente - No te aflijas no te voy a tocar- sólo es para que tu madre se convenza y se quede tranquila. Ahora dime la verdad ¿Tuviste relaciones con tu hombre? No es mi hombre, ni he tenido relaciones, lo juro. Te creo. Esperó un tiempo prudente antes de salir. Quédate tranquila Irma, tu hija es completamente virgen ¿Virgen? ¿Está seguro doctor? No me mienta. Si mujer, te lo juro por mi madre que en paz descanse. ¿Y los pechos? ¿Le palpo los pechos doctor? ¡Ya déjate de joder mujer, eso no tiene nada que ver con su virginidad! ¡Necesito que se los palpe, es importante! Se arrimó a él, para secretearle algo al oído. Preciso que se los pale como hombre, es muy importante para mí. Irma ¿Qué te sucede? no puedes pedirme eso… ya hice lo que me pediste, ahora váyanse. ¡Por favor! Suplicó - es lo último que le pido y nos vamos. ¿Pero qué quieres lograr con eso? Exijo saber que le pasa a ella, cuando un hombre le toca sus senos ¿Qué quieres que le pase? Se excitará, es joven, ¿Qué esperas que le suceda? Puede ser mucho más grave que eso doctor, por eso requiero que lo haga, ello dependerá de lo que pase más adelante con su destino. No puedo Irma, no puedo verla como una mujer, es sólo una niña, además lo que me pides, es un abuso, está indefensa en esa habitación y prácticamente con lo que tú me exiges, podrían incluso acusarme de aprovechamiento de una menor. ¡Doctor! quien podría hacer eso en éste maldito pueblo olvidado. El único que se estaba aprovechando era ese joven de la pensión, y ahora que todos le vieron sus senos cuando la traía semidesnuda para acá, créame que no podré vivir en paz nunca más, todos querrán acosarla. La culpa fue tuya mujer. ¡Lo sé doctor! Es que me cegué cuando la vi entregándose a ese mujeriego. Perdí los estribos, las imágenes de mi padrastro que abusaba de mi cuando niña, volvieron a mi mente, es por eso que preciso, saber que le pasa a ella cuando un hombre le toca, ¿Acaso crees que de algún modo pueda revivir tu experiencia? La mujer afirmó con la cabeza. Es muy improbable – créeme - tú has estado sola todo este tiempo, no le has dado motivo. ¡Por lo mismo doctor! No se imagina la rabia que sentí, cuando la sorprendí dejándose tocar, esa maldita, ¿Cree que me he cuidado todo este tiempo de no estar con un hombre, para que esta perversa se entregue al primero que encuentre? Tampoco la puedo mandar donde mi madre, porque no va a poder con ella. Créame doctor, si tengo que defender su virginidad con mi vida, lo voy a hacer, eso téngalo por seguro. ¿Irma, no estarás exagerando las cosas? tu hija es virgen, debes conversar con ella, en vez de ofuscarte, no vas a lograr nada con tu actitud histérica. Además es algo natural, tarde o temprano va a ocurrir. Lo sé doctor, y sé que tampoco podré evitarlo, sólo que no quiero que ocurra ahora, deseo retardarlo lo más posible, pronto cumplirá los dieciocho y abandonará este pueblo, y ahí que haga lo que quiera con su vida, pero no mientras viva conmigo, ¡Eso no! Por eso, deseo que la toque como si fuera una de esas mujerzuelas de la casa de la negra, donde los hombres acuden los fines de mes cada vez que se pagan. No sé si pueda, es tan solo una niña. Inténtelo, si quiere apaga la luz, olvídese que es mi hija, se lo ruego, no se imagina lo que significa para mi saber que le pasa, cómo reaccionará ante las caricias de un hombre. El doctor Vega entró en la habitación totalmente descompuesto, la madre de la joven decidió salir a la calle, para que se sintiera más cómodo. Pensó en conversar con la muchacha y fingir, pero algo le decía que debía cumplir lo solicitado. Se acercó al lecho queriendo plantearle la situación, pero antes fue interrumpido por la adolescente que arguyó – Yo también deseo saber qué me pasa doctor. Por eso permití que el hombre me tocara, quería descubrir lo que me cuentan en el colegio mis compañeras. Cada vez que me llegaba mi periodo mis pechos se afiebraban – eso es normal- le interrumpió el doctor. Sí lo sé, pero luego empezaron a afiebrarse casi todo el mes. Producto de eso, me abría la blusa sin darme cuenta que provocaba a mis compañeros, quienes empezaron a escribirme notas deshonestas en mi cuaderno que luego arrancaba para que no las viera mi madre. El tema que todas esas hojas en vez de botarlas, por un tiempo las guardaba para leerlas a escondidas en el baño y mientras más sucias eran, más me provocaban. Entonces por un sentimiento de culpa las quemé y comencé a vestirme lo más tapada posible, hasta que llego él. Cómo usted sabe mi madre para subsistir da pensión hace años a los mineros y trabajadores temporales que llegan por estos lados y por eso me mantiene casi encerrada en mi habitación y no me deja tener amigos. Tampoco puedo llevar amigas a la casa, porque sus madres se preocupan por el tránsito de hombres mayores en la casa. Fue una de esas tardes en que todo el mundo duerma la siesta, en que M. salió al patio y comenzó a mojarse, al principio estaba con polera y short, pero al darse cuenta que yo le observaba desde la ventana, comenzó a quitarse la ropa, dejándome atrapada sin poder quitarle la vista, mi respiración se aceleró, me sentía agitada, era la primera vez que veía un hombre desnudo. Me retiré avergonzada y no quise salir de mi pieza por días. Esa noche, mis pechos se afiebraron más que nunca y soñé que él entraba a mi habitación para acariciarlos. Por eso, cada vez que todos dormían la siesta se aparecía por el patio y comenzaba a decirme cosas, hasta que accedí a quitarme la blusa para que me contemplara tras la ventana. Se puso como loco, decía que me deseaba con gestos y palabras, tanto me provocó que le abrí la puerta de mi dormitorio y entonces nos descubrió mi madre. ¿Entonces ya sabes que te pasa cuando un hombre te toca los senos? Es que fue un bruto, me los apretó tan fuerte que me hizo gritar y eso despertó a mi madre, y bueno ahora estoy aquí. ¿Qué quieres tú? Le preguntó el doctor. ¿Quiero que me toque como a una verdadera mujer? ¿Quiero descubrir si lo que sueño es cierto o son simples fantasías de adolescente? Y si descubres que son simples fantasías. Mi haré monja, como quiere mi madre. ¿Y en caso contrario? pues me quedaré tranquila, hasta esperar al verdadero hombre que me hará su mujer. Pero yo soy demasiado viejo, puedo ser tu padre. Eso me gusta, sé que podrá tocarme con dulzura, sé que lo hará justamente como lo he soñado y me sentiré bien, me quitará este peso de encima, de saber que no soy una cualquiera, y que lo que les pasa a mis pechos es normal ¡Claro que es normal! Debe pasarle a la mayoría de tus compañeras ¡Sácate la idea de la cabeza que puedes ser una cualquiera, niña! por lo que te pasa. Ya no soy tan niña doctor ¡mire! se abrió la bata para lucir sus senos firmes. El doctor Vega apagó la luz. No lo haga, prefiero la luz prendida. No soy capaz de mirarte a los ojos, dejémosla apagada. La muchacha se quitó la bata, mientras el doctor se recostó a su lado. Se quedó tendido mirando al techo, dudando si hacía lo correcto. Su corazón se agitaba, sus manos sudaban, a pesar de tener las cortinas cerradas la claridad de la habitación, no le permitía abstraerse del cuerpo semidesnudo de la joven adolescente que le contemplaba. Se supone que la nerviosa debiera ser yo ¿Quieres sacarte la camisa? hace calor. No así está bien – mintió. Entonces le tomó una de sus manos y se la llevó a su dorso. Tu mano es más firme que la del joven, y tu piel es más delicada a pesar de tus años, me gustan tus dedos velludos, me dan tranquilidad ¿Te gustan mis senos? Preguntó mientras se arrimaba a él, que evitaba mirarla ¿Sabes? me siento bien contigo, nunca pensé que estaría cómoda desnuda frente a un hombre mayor. ¿Tienes pelos en tu pecho? inquirió mientras desabotonaba su camisa. El doctor Vega, se sentía como un torpe adolescente frente a la joven que tomaba la iniciativa, y le quitaba su camisa. Su cuerpo sudoroso y obeso al ser tocado por una mano pequeña, lo ponía aún más inquieto y nervioso. Es agradable sentir tu piel, abrázame, le asió de un hombro y lo inclinó hacia ella. El cuerpo rígido del hombre maduro, trataba de evitar el contacto con el cuerpo tibio y frágil de la joven, provocando en él toda clase de reacciones encontradas. Por una parte, se sentía sucio al comenzar a excitarse, a pesar de los enormes esfuerzos por contener las ganas de abrazarla, retenerla entre sus brazos y no soltarla, la joven insistía en apegarse. Es grato sentirte sobre mí – le susurró provocativamente al oído. Lo sé porque estoy húmeda, y me arden los senos. Las manos grandes del hombre fueron diestras en sus movimientos y la joven se fue entregando al placer lentamente ¡Bésalos! exclamó entre suspiros entrecortados - sus labios bordearon sus tiernos pezones siendo fiel testigo del ardor juvenil que emanaban, los besó dulcemente, con pasión controlada, no olvidándose que era una muchacha, en éste acto de pasión fue cruzando inconscientemente laberintos que fueron embriagándolo no pudiendo distinguir si lo atraía su ternura, la suavidad y firmeza de su piel, o el hecho de no tener hace años una mujer en la cama, y menos a una adolescente, lo cierto es que tales sensaciones fueron apoderándose poco a poco, como la reacción lenta del licor que viaja por la sangre antes de llegar al cerebro, cómplice de las caricias y cercanías de sus cuerpos extraños que se descubrían nerviosos y al compás de un fervoroso vals, permitiendo que despertara la fogosidad dormida hace tanto años, que llevaron a apretarla con frenesí. Su boca ávida de placer, mordía los contornos de sus senos, bajaba por su vientre, bordeaba sus caderas, se deslizaba como serpiente por su espalda, sus hombros...Más, justo en el momento que su boca de hombre maduro se encontró con sus tiernos labios, cómo si recibiera un latigazo, despertó del ensueño que se hallaba y se retiró de golpe… ¡Perdón, perdón, mil veces perdón! – gritó despavorido ¡Maldición soy un animal! ¿En que estaba pensando? ¡Dios mío, casi cometo una locura! se decía mientras se incorporaba abruptamente de la cama, avergonzado por su actuar yéndose a encerrar en el baño, mientras la joven pedía explicaciones al otro lado de la puerta ¡Vístete, vístete y lárgate con tu madre! ¡Anda vete ya! – Gritaba él – totalmente descontrolado – y su voz estaba teñida de vergüenza y rabia ¿Pero qué hice? –Preguntaba - la muchacha desconcertada, al tiempo que buscaba algo conque cubrirse. Finalmente se vistió con la camisa del doctor y salió entre sollozos de la habitación. Su madre que esperaba fuera, no lograba entender ¿Acaso, te trató mal? ¿Te hizo daño? le preguntaba - ¡No, mamá, nada de eso, todo lo contrario, fue demasiado gentil conmigo!... ya vámonos a casa. Ambas mujeres se retiraron bajo el acoso de las miradas de los habitantes del pueblo (en su mayoría viejos) que le espiaban parapetados en las ventanas de sus humildes casas. Comentario obligado por eso días entre los pueblerinos, fue que la muchacha iba cubierta con la camisa del doctor. Varias semanas más tardes, se supo en el pueblo que la joven se internaba voluntariamente en un convento. De su madre se decía que ahora que la joven no estaba, andaba medio trastornada y que de un tiempo a esta parte solía compartir la cama con los hombres más jóvenes a los que daba hospedaje. Cierta noche, en que se hacía imposible conciliar el sueño producto del calor infernal, el doctor Vega, recibió la visita de Irma. La mujer con algunos tragos en el cuerpo, se acercó a la ventana abierta que daba al dormitorio y dijo – doctor- tenemos que hablar de mi hija, ábrame la puerta. Sólo una vela iluminaba la sala que hacía de consulta. Se tendió en el diván. No se preocupe doctor, no vengo a hacerle un escándalo, puede estar tranquilo. Sólo deseo saber lo que sucedió en esa habitación, después de la experiencia con usted mi hija decidió enrolarse en el convento, pues según ella se dio cuenta que no servía como mujer. No se preocupe doctor, no vengo a recriminarle, ni tampoco a acusarlo de nada, sólo estoy tratando de entender que diablos pasó, para que tomara esa decisión. Al principio estaba molesta con usted, y en más de una vez quise venir a enfrentarle pero ella siempre me detenía, diciéndome que usted no tenía la culpa. Con el correr de los días, se lo agradecí, al fin y al cabo, era lo que yo quería. El doctor guardaba silencio recostado en el mismo sillón donde dormía la siesta aquel fatal día. Después que mi hija se fue, llegué a pensar que yo era la culpable de todo, mis traumas de pequeña quizás la marcaron, usted sabe de esas cosas y pienso que de algún modo algo de eso hay. Me volqué a la bebida arrastrada por éste perverso sentimiento de culpa, y no logro deshacerme de él, me oprime, me asfixia, sin dejarme casi respirar más que éste maligno calor, y ya no lo soporto. Usted arregla las cosas de la cabeza, por eso he venido a pedir su ayuda. No me diga nada doctor, no me interrumpa, necesito sacarme esto que me está matando. Cuando era pequeña, mi madre después que la abandonara mi padre, trajo a vivir a un hombre que lejos de ser una ayuda, se convirtió en una pesadilla, pero le satisfacía en la cama y eso le enceguecía, a tal punto que cuando le conté que me manoseaba, me golpeó por embustera. Lo malo, fue que debí soportar su abuso hasta los dieciséis años. Los días que mi madre trabajaba hasta tarde, solía llegar temprano y me obligaba a permitirle tocarme los pechos bajo la blusa, eso sí no le dejé que me hiciera nada más a pesar de todos sus intentos. En una oportunidad, tomé un hacha y ofrecí cortárselo… después de eso, nunca más me tocó. Meses mas tarde me fui de casa. Por varios años me gané la vida como mesera. Ahí conocí por entonces a un hombre que cantaba en el bar donde yo trabajaba. Una noche me defendió del dueño del bar, y pensé que mi príncipe azul, había llegado. Estuvimos dos años juntos y él fue capaz de hacerme mujer en toda su dimensión. Lamentablemente falleció en un derrumbe en la mina que lo llevara a trabajar su padre para que tuviésemos un mejor destino, así que quedé viuda joven y además embarazada. Desde entonces cada hombre que me tocaba, provocaba el rechazo que me produjera mi padrastro, nunca más pude sentirme nuevamente una mujer, por eso, que no fue tan difícil dedicarme sólo a mi pequeña Filomena. No volví a pensar en un hombre y menos volver a sentirme atraída sexualmente por uno. Por eso, aquel día que vi a mi pequeña manoseada por ese tipejo, me volví como loca, las imágenes de mi niñez salieron de la caja de pandora como murciélagos de dolor y odio que me atormentaban desde entonces, pues en ese instante la caja de pandora que tantos años había cuidado quedó totalmente destruida, deshecha en mil pedazos. Supongo, que le habrán contado que ahora me embriago a menudo y de vez en cuando meto a mi cama algún muchacho que llega como huésped, es cierto, pero no estoy loca doctor, más bien he querido huir de mi muerte en vida, desde aquel episodio. Se dijeron muchas cosas de mi pequeña, después que la expuse delante de todo el pueblo, la leyenda de la joven de los pechos de oro, llegó hasta los pueblos de la costa, se cuenta que varios hombres llegaban a los prostíbulos preguntando por ella, pensaban que era una nueva contratación de la casa de la negra. Más de una vez, escuché conversaciones de mineros embriagados como se expresaban de mi hija. Cada comentario me desgarrada el pecho, no podía soportar el dolor, por eso comencé a beber. Cierta noche en que los mineros halagaban la hermosura de los pechos de mi hija en el comedor, por efecto del alcohol perdí el control y ofrecí mis pechos a uno de los mineros que me llevó a su cama, y me violó mientras gritaba el nombre de mi hija. Ese episodio más los comentarios que abundaban por doquier, me convirtieron en el nuevo objeto sexual de los hombres que llegaban a mi hostal. Una noche me vestí con la ropa de Filomena, me arreglé el pelo como ella, y elegí a un joven para continuar con la leyenda, al menos por esos minutos lograba soportar mi desdicha, los hombres me hacían el amor, diciéndome Filomena y yo lo soportaba, podía gozar siendo ella, pero cuando llegaba el alba, y se me pasaba la borrachera, me sentía más desgraciada que antes y volvía a beber para sumergirme en un submundo que me sacara de ese tormento. Comenzaron a irse sin pagarme, luego a robarme de a poco, al final terminaron por llevarse todo, y cuando me vi totalmente desposeída, sentí que todo había acabado. Dejé entonces de beber, y comencé a conciliar el sueño. Cada sábado visito a mi hija en el convento y he logrado que me perdone. Pero tengo ciertas recaídas y por eso he venido, necesito que me ayude, me medique pastillas que me hagan dormir más horas, y me liberen de mis estados depresivos, que dice doctor, ¿Puede ayudarme? Antes que le contestara – agregó - puedo venir a hacerle aseo, cocinarle o lavarle la ropa, para pagarle, no tengo otro medio, y supongo que usted no tiene ningún interés en mi como mujer… El doctor, se acomodó con modorra en el sillón, y con una mirada lastimosa a la mujer, argumentó, lo que te atormenta no se sana con pastillas Irma, eso quizás ya no tenga remedio clínico, creo que el mejor camino que puedes seguir, es el camino de la oración, se que encontrarás en la palabra, la calma que sólo Dios puede darte, hasta que llegue tu hora. Usted no sabe, lo que tengo que soportar cada noche doctor, no sólo tuve que aceptar que ese hombre me arruinara mi vida como mujer, sino que el maldito se encargó que lo hiciera con mi única hija, ¿Cómo cree se puede soportar eso? ¿Cómo lo hago, para mirarme en el espejo cada mañana sin tener ganas de destruirme a golpes? Tenga piedad de mi doctor, ayúdeme a soportar el tiempo hasta mi muerte… El doctor Vega se incorporó, abrió el cajón de su escritorio y sacó un pequeño frasco de píldoras, y se las puso luego entre las manos a Irma. Esto te ayudará al menos por un mes, Irma, ven a verme para entonces, quizás tenga más ánimo y te trate como paciente, pero ahora estoy cansado, créeme que no eres la única que no duerme bien, además de tener que soportar estos calores infernales. ¿Qué paso doctor? ¿Dígame que pasó esa tarde con Filomena? Arguyó la mujer con un tono algo más compuesto. El doctor Vega, volvió a dejar caer su pesada figura sobre el sillón de su padre, y luego de masajearse la barba, exclamó con un tono pastoso, lo peor Irma, lo peor. Pero ¿Cómo lo peor doctor? Mi hija nunca dijo que la tratara mal, todo lo contrario… usted lo ha dicho, eso fue lo peor, no debí nunca acceder a su petición, soy un profesional de la mente, y dejé que me dominara, perdí totalmente el control…pero ¿Qué le hizo? Acaso la golpeó y mi hija no quiso decírmelo, no entiendo a que llama usted lo peor… ¿Cómo se le ocurre, mujer? Entonces ¿Qué? ¡Por favor doctor, termine con esta tortura de una vez! Nunca, nunca en mi vida, sentí lo que su hija me hizo sentir, me trastornó completamente, no puedo hablar de amor, pues el amor es un sentimiento más elaborado que se condice con la razón, aunque usted no lo crea el amor es hasta cierto modo racional, pues por eso se sufre, no deja que el corazón se precipite a tontas y a locas, siempre la mente está detrás, como un padre que observa a la distancia a su hijo jugar, nunca el corazón está sólo, como cree la gente. Eso dice la ciencia y los estudios así lo respaldan, por eso es que no puedo explicar a ciencia cierta, que fue lo que pasó realmente, estaba controlando la situación como hombre con experiencia en las artes amatorias, hasta que sentí sus pechos ardientes, sin duda no me refiero al calor natural del cuerpo de una mujer, eso lo se diferenciar, en ella fue algo sobrenatural, casi maligno podría decir, me atrapó, provocándome un sinnúmero de reacciones irracionales, me sentí de veinte años, la amé esos minutos como nunca creo haber amado a mujer alguna, es algo que no tiene ningún asidero lógico, créame que sé de lo que estoy hablando, no por nada me quemé las pestañas durante siete años…¡Lo sabía! Exclamó la mujer, extasiada como quien sale de un trance, se lo dije doctor, una madre tiene un sexto sentido desarrollado que no tiene otro ser. Siempre lo supe, lo intuía, de algún modo es mi culpa… ¿Cómo su culpa, Irma, que cosas dices? Lo que escucha, ese hombre era maligno se apoderó de mi madre y de algún modo de mí, hay algo que no le he contado del todo. Ese hombre tenía algo en sus manos que embrujaba a una mujer, al principio me acariciaba por encima de la blusa como un juego, eran caricias pasajeras, después me tomaba por detrás y me dejaba las manos quietas en mis pechos, hasta que yo sentía ese calor y me alejaba rabiosa hacia mi pieza. Trataba de mostrarme siempre indispuesta, y hacia esfuerzos para evitarle, pero como poseída me veía siempre accediendo a su voluntad, eso provocaba en mí el llanto, era ese dominio que tenía sobre mí, lo que me hacía llorar, no que realmente me tocara, porque de algún modo me gustaba, y era eso lo que más me atormentaba. Sobretodo cuando escuchaba los quejidos de mi madre en su habitación. Era parte de su estrategia dejar la puerta abierta, excusándose en el calor nocturno. Ese odio mezclado de placer, se convirtió en un gen maligno que heredó mi hija, pobre pequeña, todo fue culpa mía y de ese hombre que trajo mamá a casa, ¿Lo entiende ahora, doctor? ¿Lo entiende, ahora? Dígame algo, exclamaba mientras levantaba los brazos al cielo. El doctor Vega, pasó la mano por su rostro en señal de pesadumbre, y suspiro fuerte antes de exclamar ¡Irma, Irma, Irma! Ahora sí estoy convencido que estás loca, mujer ¿Cómo se te ocurre que los episodios traumáticos de tu adolescencia pueden acaso convertirse en genes que terminó heredando tu hija? Y entonces cómo explica lo que le sucedió a usted con ella, si con todos sus estudios no logra explicárselo… ¡Eso no tiene nada que ver! Hay una serie de factores que pudieran asociarse, como por ejemplo mi aislamiento, hasta ese momento no había pensado en mi soledad, en la falta que me hacía una mujer, pudo ser que me hallaba vulnerable de cariño en ese momento y eso me atrapó, la situación tan irracional de cómo llegó a mi cama, soy un hombre viejo que no piensa que de pronto pueda tocar a una mujer joven, menos una adolescente que además deseaba ser tocada por un hombre mayor, en fin, pudieron ser muchos los factores que aún no puedo descifrar, pero de ahí a tu teoría, créeme querida Irma, hay un mundo de distancia. Lo acepto, puede ser, quizás yo éste totalmente trastornada con la idea del abuso que quizás elaboré esta loca teoría, vaya uno a saber, no soy una mujer de estudios, ni de mucha cabeza, y menos ahora, que me doy cuenta que más de un tornillo tengo suelto. Se levantó para abrazar al doctor que se hallaba de pié y con voz suave le dijo - gracias doctor – por todo lo que has hecho por nosotras, quizás no fue la mejor forma, pero mi hija ahora está en buenas manos, nada mejor que el camino del señor para que una mujer no sufra. Sí Irma pero te olvidas de algo muy importante, de algún modo le hemos privado del amor de pareja, creo que Filomena está obligada en ese camino, no por su vocación, está matando la mujer que lleva dentro… se le pasará doctor, no se preocupe, las mujeres tenemos una gran capacidad para anular a la hembra que llevamos dentro, créame, doctor, se lo digo por experiencia y se retiró del lugar. La luna bañaba el desierto, y la vio cubrir con su tul de plata la silueta de la envejecida mujer que se alejaba por el horizonte como un fantasma. La conversación lejos de tranquilizar el ánimo del doctor Vega, provocó reavivar aquel momento con Filomena, que no le dejaba tranquilo desde entonces, poniéndolo en una encrucijada que lo tenía atrapado. Se quedó pensando en Filomena, después de todo fue su reacción la que impulsó a la joven a tomar la decisión del claustro, no era justo que corriera tal suerte, sin al menos confesarle lo maravilloso que fue estar con ella aunque sea un instante y lo que le había provocado o mejor dicho le seguía provocando ¿Estaba enamorado? No podía contestar esa pregunta, decidió volver a la cama. A la mañana siguiente, le vieron montado en su caballo y con su mejor traje dirigirse en dirección al sur, hasta perderse en el horizonte. Fue la última vez que le vieron. Muchas son las versiones del destino del doctor, algunos dicen que raptó a la joven Filomena del convento y que viven juntos en una caleta de pescadores, y que incluso tienen una hija. Otras dicen que después de confesarle su amor a Filomena, y ante la imposibilidad de concretarlo se colgó de un árbol a unos cien metros del convento para así todos los días al amanecer poderle ver desde la llanura. De la madre de Filomena se dice que convirtió su casa en un albergue para muchachas que huyen o que son madres solteras y el hogar se llama la casa de Filomena. Lo cierto es que de tanto en tanto, se habla en el pueblo de la maldición de Filomena, cuando aparece una joven hermosa de pechos firmes que atrapa con sus encantos a los hombres del pueblo, causando la ruptura de matrimonios y más de una pelea con trágico final. Se cuenta también, que en más de un prostíbulo ha llegado una joven de senos hermosos que dice ser la verdadera, y que después de un tiempo de gloria desaparece para traer la desgracia al lugar, hasta dejarlo en la ruina. Los más viejos se reúnen en la cantina del pueblo a contar a los más jóvenes las más escandalosas historias de la joven, siendo el sueño de todo muchacho llegar a conocerla. Y en las noches de luna llena, justo a la medianoche, cuentan que en la casa abandonada del doctor, se escuchan las voces y risas de los amantes, y hasta algunos afirman que la han visto recorriéndola, vestida sólo con su bata blanca. ********

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Habitación 136

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