Desde pequeño me gustó observar a la gente mayor, siempre me llamaron la atención las canas, pero en el mejor de los sentidos, solía pensar en que ellos tenían un gran tesoro llamado "experiencia", habían recorrido caminos que yo ni siquiera lograba distinguir y me apasionaba escuchar sus historias. De algún modo pensaba que tal vez podía ahorrarme camino, que tal vez podría aprovechar los diferentes atajos en la cumbre de la vida. Luego aprendí que cada sendero es diferente, es personal, único e inigualable, inimitable. Porque aunque sigas las huellas de tus padres, quizás sólo puedas pisar las primeras, tarde o temprano, tendrás que pisar por ti mismo y serán tus huellas las que irán dejando el trazo de tus pasos. Sentado en algún sector de la montaña de mi vida, alcanzo a distinguir sólo algunos de mis pasos, sin duda los más recientes, ya que los anteriores lo más probable se hayan borrado con el tiempo. Pero veo más abajo los pasos fuertes y enérgicos de los que vienen más atrás, corriendo por alcanzarme y pasarme y por más que trato de decirles, que no se apuren, que cuiden su tranco, que de todas maneras llegarán, no me escuchan, como quizás tampoco lo hice yo en su momento. Y a pesar que ahora debo pararme a descansar para tomar más aliento, ese tiempo me permite contemplar el valle de los sueños y el sendero de la felicidad, ese por el cual transitan los sabios, los humildes, los de corazón grande, los que se preocupan más en dar que en recibir, y entonces valoro la vejez y admiro con más ahínco las canas de los más viejos, y también me alegro de tener las propias, porque eso me recuerda el tiempo pasado y el camino andado. Desearía que fuéramos más orientales cuando se trata de hablar de los viejos y el respeto que ellos se merecen, no por nada llevan canas y sin duda cada una de ellas es un baluarte digno de mi admiración. Cuida y respeta a los mayores, no por nada han andado más camino.
Es tiempo de contemplación, desde la meseta de mis años observo la llanura de mi pasado y el pasto es verde, frondoso. Entonces abro las alas de mi espíritu y planeo de vez en cuando, y me elevo a cada instante buscando la plenitud de mi vida.
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Habitación 136
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