NO SÉ, NO CREO
Cuando “NO CREO” decidió emprender el viaje hacia
“NO CREO” entonces le pidió ayuda a un amigo hindú, para que intercediera entre ambos. Con el correr de los días y de los encuentros furtivos que les preparaba el amigo, fue aflorando la atracción entre ellos. Sin embargo, a pesar que la afinidad era cada día más fuerte, “NO SÉ” dudaba de ese amor por venir de un hombre de raza blanca y de distinta creencia religiosa. En tanto “NO CREO” que a esa altura estaba perdidamente enamorado, ponía en tela de juicio cuanto le contaba su amigo, quien le aseguraba que también ella correspondía ese amor, ese amor puro, diáfano, sublime, que traspasaba las fronteras, las razas, los credos, pero que ambos no se atrevían a reconocer.
Las noches estrelladas, sólo provocaban en “NO SÉ” más y más incertidumbre, y entonces escribía notas para ese hombre que la tenía trastornada, que ya no la dejaba meditar tranquila, dado que apenas cerraba los ojos, la apariencia de ese joven sonriente, de piel blanca, cabellos claros, y ojos pardos venía a su mente. Su corazón decía amarlo, pero ella dudaba, dudaba. Ese martirio quedaba impreso en el papel con tinta de su propio puño, donde reconocía esa pasión que le desbordaba, esa sensación de unirse de por vida a su espíritu, de pertenecerle, y entonces las vacilaciones la envolvían y le pedía que la olvidara, que era un amor platónico, que el gran Buda no estaría de acuerdo con esa alianza y que volviera de donde había venido. El mensaje era llevado por su fiel amigo, que se lo leía a “NO CREO” variando en parte los hechos para lograr que los enamorados se juntaran. Sin embargo, “NO CREO” no se convencía y pedía una y otra vez que le leyera las notas de su amada. Quería imaginarse junto a ella, abrazarla, mirarla a los ojos y confesarle cuanto la amaba, pero enseguida empezaba a decir en voz alta, que aquello no sería nunca posible, que eran delirios propios de su juventud, y que debía pronto regresar a su tierra. El amigo hindú, se desesperaba ante su reacción y por más empeño que hacía, por más que se esmeraba en conseguir unirlos, “NO CREO” más se convencía que ello no era permitido.
Fue así como una mañana, el joven hindú que llevaba una nota (donde ella insinuaba estar dispuesta a intentarlo) corrió hasta la habitación donde se hospedaba “NO CREO” con la alegría de la noticia que iba a darle, pero se encontró con ésta vacía. Preguntó a todo aquel que ubicaba a “NO CREO” por él, hasta enterarse que tomó el primer vuelo de la mañana de regreso.
Desolado el joven, por sentirse responsable al no haber sido capaz de unir a esa pareja de enamorados, decidió emprender su peregrinaje por el mundo contando esta historia a todo aquel que le prestara atención, para evitar que otros cometieran el mismo error.
Fue así, que después de varios años, en una mañana soleada y hallándose frente a una multitud de jóvenes sentados en el pasto que escuchaban atentos la hermosa historia, uno de ellos se levantó y le gritó: ¡Para buen hombre de contar la historia, porque yo voy en busca de esa mujer y será mía! La actitud segura del joven encantó al hindú quien al verle alejarse de la multitud, le preguntó a viva voz: Dime muchacho ¿Cuál es tu nombre?
El joven sonriendo dijo “LO CONSEGUIRÉ”.
Nota: No escuches a tus “NO SÉ” ni a tus “NO CREO”, ellos no te ayudarán. Sólo “LO CONSEGUIRÉ” sabe la ruta al éxito.
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