Es tiempo de contemplación, desde la meseta de mis años observo la llanura de mi pasado y el pasto es verde, frondoso. Entonces abro las alas de mi espíritu y planeo de vez en cuando, y me elevo a cada instante buscando la plenitud de mi vida.
¿Cuanto vale ser tú?
Sin duda que ser uno en la vida tiene un costo, un costo que no todos están dispuestos a pagar y que otros no podemos evitar porque es algo que trasciende más allá de nuestros poros. Mostrarse al mundo tal como uno es, es practicamente como caminar desnudo ante el gentío...creo que más de alguna vez me he quitado toda la ropa, y he caminado indiferente entre la multitud, soportando el precio de la discriminación. Con el tiempo se podría pensar que quizás el costo que he debido pagar ha sido muy alto, porque he sido cuestionado, señalado con el dedo, recriminado e insultado por los más, y aceptado por los menos.
No cabe duda, que mis logros no han ido de la mano del éxito, puesto que defender tus principios, puntos de vistas, sin estar dispuesto a doblegarte, no es por cierto el mejor de los caminos, se ganan más enemigos que aliados, pero te queda la sensación de satisfacción con uno al final del día, cuando apoyo mi cabeza en la almohada y me digo, hice lo que me dictaba mi esencia, bien o mal, eso lo juzgarán los demás, yo sólo obedecí a la voz interior. Y a pesar de todo, aún cuando ello implique caminar por la vereda del frente, por donde transitan unos pocos, tienes la certeza que más de alguno te mirará y pensará, él se atrevió.
Cuando los años te han acompañado durante un buen tiempo, sabes que ser tú, es cada más difícil, quizás algo suntuario, una utopía, un lujo quizás y aunque la voz ya no grita con la fuerza de antaño, ni te exige ser tan enérgico en tu posición, tú sabes muy bien, que no lograrás callarla y entonces ronda en tu cabeza la pregunta ¿Cuanto vale ser tú? y una mueca socarrona se dibuja en tu rostro sereno.
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